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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
Después prestaba oído al canto brusco de algún pájaro, y Silas aprendía a divertirla, haciéndole seña de callarse, a fin de que pudieran escuchar, a la espera de los acentos que iban a recomenzar. Y cuando volvían, ella alzaba los hombros y reía gorjeando su triunfo. Sentados de este modo entre el follaje, Silas se puso de nuevo a recoger las plantas que le eran antes familiares.
»¡Por nuestro huésped el duque de Arcos! agregó otro. »¡Por los jabalíes de estos dominios! dijo la voz ronca que había oído antes en el salón.
Aquí terminó Malespina, el cual fue oído con viva atención durante el relato de lo que había presenciado.
El del castillo, Alteza aconsejó su compañero. Allí sabremos la verdad. El Duque vaciló un momento. Me parecía haber oído pasos de caballo dijo. No creo que nadie nos preceda, Alteza. ¿Por qué no ir al pabellón de caza? Temo una celada. Si «todo va bien,» es inútil ir al pabellón. En caso contrario el aviso no es más que una celada. De repente el caballo del Duque relinchó.
El toque que habían oído los ingleses era la primera llamada matutina; el campamento despertaba, numerosos soldados salían de las tiendas, dirigiéndose unos al riachuelo más cercano y preparando y encendiendo otros multitud de fogatas que empezaron á desprender columnas de humo.
.........aunque su musa en verso canta, Escribe la verdad de lo que ha oido Y visto por sus ojos y servido.
Si a alguien corresponde intervenir en vuestras cosas no es a mí, sino a mamá... Pero siempre he oído decir que en todos los matrimonios hay riñas y disgustillos, sobre todo al principio, mientras los caracteres no se amolden... Todo eso pasa. Son nubes de verano.
A Juan le fue dado contemplar los más hermosos ejemplares de la gente del gran mundo, de la que había oído hablar, pero que desconocía. Todos aquellos desocupados, aquellos inútiles, se daban delante de él aires de gran importancia, que en un principio no le chocaron; pero, como era muy observador, sintió en breve cerca de ellos un sentimiento de inferioridad que le hizo pensar.
Por lo menos atendía con más escrupulosidad si posible fuera que su futuro tío á los vasos y copas que cada parroquiano consumía y si en cualquier rara ocasión al buen Martinán se le pasaba sin cobrar alguno, Quino se lo recordaba al oído. Con esto la estimación que el filósofo le profesaba crecía algunos palmos. No dudaba que el hijo de la tía Brígida haría enteramente feliz á su sobrina.
26 mas no me oyeron ni inclinaron su oído; antes endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres. 27 Tú, pues, les dirás todas estas palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán. 28 Les dirás por tanto: Esta [es] la gente que no escuchó la voz del SE
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