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Actualizado: 9 de junio de 2025


Pero, viendo que poco le faltaba para nadar con su caballo, no me determiné á pasarle, considerando que no era precisa esta diligencia, pues se veia que aquellos terrenos eran iguales á estos: y el cabo Bores me dijo, que los habia transitado cuando vino con su partida al alcance de los desertores, y que le parecieron mas fértiles.

Las niñas se levantaban muy temprano, y rezaban; almorzaban unas sopas de ajos, en que solía nadar tal cual garbanzo de la víspera, y después pasaban al estudio, que era ejercicio de lectura, en el cual desempeñaba el principal papel la caña de doña Angustias.

Y da brincos y vueltas de carnero, y salta en el colchón con los brazos levantados, para ver si alcanza a la mariposa azul que está pintada en el techo. Y se pone a nadar como en el baño; o a hacer como que cepilla la baranda de la cama, porque va a ser carpintero; o rueda por la cama hecho un carretel, con los rizos rubios revueltos con las medias coloradas.

Entonces se acordaba de su joven esposa, de su hijo Gregorio, muerto en la flor de la edad, creía verlos nadar en el éter sonriéndole, y algunas lágrimas resbalaban suavemente por sus mejillas.

Ellos se debatirían inútilmente por deshacer el anillo de mis tentáculos... ¡Absorberlos!... ¡comerlos!... ¡hacerlos desaparecer! Ulises la vió como el primer día, junto al templete del poeta, poseída de una cólera sorda contra los hombres, ansiando su exterminio con temblores voluptuosos. Los pulpos, terminada su digestión, se habían lanzado á nadar.

¡A nado! dijo el señor de Bevallan; permítame, señorita... en primer lugar no estoy en traje de natación... además, le confesaré que no nadar. Si no sabe usted nadar replicó la joven, con un tono seco, importa muy poco que esté ó no esté en traje de natación.

Volví a nadar lentamente, y a tres pasos vi una sombra; era el enorme cilindro que saliendo de la ventana llegaba a flor de agua. Su diámetro era, aproximadamente, doble que el cuerpo de un hombre. Iba a acercarme más, cuando divisé al otro lado del tubo la proa de un bote. Mi corazón latió con violencia y permanecí inmóvil.

Pues yo cogería a D'Artagnan, de quien no es publico que supiese nadar, le pondría al borde de un mar profundo, y le diría: Láncese usted. Todo es cuestión de no tener miedo... Y el intrépido mosquetero se iría a hacerle compañía a los pacíficos besugos.

3 También se ama en el abismo, de D. Agustín de Salazar. 4 Los muzárabes de Toledo, de Juan Hidalgo. 5 La gala del nadar es saber guardar la ropa, de Don Agustín Moreto. 6 Olvidar amando, de D. Francisco Bernardo Quirós. 7 Las tres edades del mundo, de Luis Vélez de Guevara. 8 Del mal lo menos, de un ingenio de esta corte. 9 Vida y muerte de San Cayetano, de seis ingenios de esta corte.

Mas ahora lo que oía era un grito de desolación, una amenaza: «Vente, vente. La muerte es muy triste; pero la vida es más triste todavíaConcluyamos dijo levantando la cabeza. Avanzó el cuerpo; extendió los brazos. En aquel momento pensó que el instinto de conservación le haría nadar seguramente, y se detuvo. Miró a todas partes buscando algún peso.

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