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Actualizado: 25 de junio de 2025
Eso del cántaro no es verdad: es jonjaba que les damos a los payos; mentiras que se tragan, ansí como creen los marditos que robamos a los churumbeles para sacarles las mantecas. No hay cántaro ni na que se le parezca. Algunos, hasta se casan por Roma... Esta, por ejemplo. Y señalaba a su nuera, riendo maliciosamente al recordar los grandes regalos de la boda.
Las mujeres abrían los ojos con asombro y terror. Que pongan una escaleriya pa que sartén con más fasiliá ordenó don Carmelo. Los camareros le obedecieron, colocando una pequeña escalera contra la borda, mientras el intérprete repetía la orden. «¡Al agua, muchachos! E un remojonsito na más.»
Enseguida comienza a darme unos golpecicos en el pecho con los nudillos, como quien llama a la puerta. Pega aquí, pega allá, y ascucha que ascucharás con la oreja arrimada a la carne. ¡Na! Yo decía: ¡Gravita, gravita, probiquín! ¡Busca el puzcalabre! Más de media hora llamando con los nudillos y ascuchando.
¡Na: que no hay mas que un hombre!... decía en voz alta, como si hablase con él mismo, fingiendo no ver a los que se aproximaban . ¡El primer hombre del mundo! ¡Y el que crea lo contrario que hable!... ¡El único! ¿Quién? preguntaban los amigos burlonamente, aparentando no comprenderle. ¿Quién ha de ser?... Juan. ¿Qué Juan?... Aquí un gesto de indignación y de asombro.
Toos los ricos que juesen así. Mi pare trabajó pa él, y nos hablaba de su cariá. Yo he pasao unas calenturas en un chozo de pastores de una dehesa suya. Lo ha sabío él, y no ha dicho na.
Pero, en fin, ¿qué es lo que yo puedo hacer en esta cuestión? Pos ná, si le paece.... ¡Explíquese usted de una vez, santo varón!
¡Tiña, á mí cuéntame tú del otro mundo, que de éste no tengo ya ná que aprender...; y si Patuca sabe mucho, yo sé más que él. Yo lo que veo es que con un papeluco emborronao nos quiso tapar la boca. Miá tú cómo no estipuló el tanto más cuanto de la cosa, mano á mano como se debía.
Na me importa que me vean desnúo, con enagüillas y los remos enclavaos, con tal que María de la Luz me orsequie con su voz de ángel...» ¡Loco! decía la joven riendo. ¡Pamplinero! ¡Así me tienes chalaíta con esas mentiras que te traes! Endimpués volví a oírte en la plaza de la Cárcel.
Estas palabras, repetidas durante siglos, conmovían al gitano viejo y hacían que se le saltasen las lágrimas, como si las escuchase por primera vez. Levantaba al chaval, le echaba los brazos al cuello, y decía conmovido: A ti te perdono porque te quiero, porque no tienes culpa de na... Pero ella, que no venga, porque la mato.
A esos bichos los paro yo na más que con esto y mostraba su rifle . En Córdoba tuve cuentas que arreglar con un señó rico que era mi enemigo. Planté mi jaca a un lao de la carretera, y cuando yegó er bicho levantando porvo y hediendo a petróleo, di el ¡alto! No quiso pararse, y le metí una bala al que iba en la rueda.
Palabra del Dia
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