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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Cuando él le dirigía alguna pregunta sobre sus estudios, solía responder desacertadamente y el Conde murmuraba para sí: La pobre chica tiene buen deseo, pero poca disposición. En cambio, había conseguido con su nueva ciencia comprender cuán torpe y ridícula debía de parecer a Arturo. Y esta idea aumentaba su timidez e impedía la efusión de aquella alma tan tierna y tan sencilla.
Allí se sentaron dejando los caballos amarrados. Tristán se mostraba por momentos más tranquilo, más feliz y más tierno. No sé lo que me pasa, Clara mía murmuraba reclinado a sus pies y contemplándola con embeleso , pero me hallo distinto de lo que hace unos momentos era, distinto de lo que he sido toda la vida.
Estuvo taciturno y silencioso durante la comida. De vez en cuando sus labios se contraían con sonrisa sarcástica y murmuraba un ¡villano! ¿Qué tienes, Rosendo? se atrevió al fin a preguntarle su esposa, que ya estaba inquieta. Nada, Paulina; que la envidia produce grandes estragos en el mundo se limitó a contestar con amargura.
Acaso los indianos suelten esta vez algo murmuraba don Mateo. Vaya, no sea inocente. ¡Parece mentira que no los conozca! ¡Soltar! ¿Qué han de soltar esos guanajos si no...? Unos y otros eran injustos con los indianos.
¡Adiós, doña Catalina! mañana iré á veros... si no me encierran. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Oh, Dios mío! murmuró la condesa alejándose entre las tinieblas , creo que no me pesa de haberle encontrado. ¿Amaré yo á Quevedo? Entre tanto, Quevedo, adelantando en dirección opuesta, murmuraba: Capítulo VI. De cómo no hay virtud estando obscuro.
Aunque hubiese desahogado un poco su cólera en Grano de Sal, el maestro Zeli continuaba midiendo a zancadas el puente, levantando de cuando en cuando el puño y los ojos al cielo, y murmuraba palabras que era imposible tomar por una piadosa invocación.
Las Tres Rosas estaba patas arriba, según murmuraba el asombrado Juanito. La fortuna del amo los enloquecía a todos.
Rafaela era poco campestre. Rara vez iba a la chácara. Y como D. Joaquín iba a menudo y pasaba en ella tres o cuatro días seguidos y en ocasiones hasta una semana, el vulgo malicioso murmuraba que, durante estas ausencias, Rafaela usaba y hasta abusaba de la libertad en que la dejaba su marido.
Su voz produjo un efecto extraño: ora murmuraba, bien que de manera bastante fuerte para ser oído; ora gritaba, ora hacía una larga pausa, fijando los ojos en algún jurado, que, azorándose, no tardaba en volver a otro lado los suyos. Señores jurados y señores jueces: Acaban ustedes de oír el discurso del señor adjunto del fiscal.
31 Y muchos del pueblo creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando viniere, ¿hará más señales que las que éste hace? 32 Los fariseos oyeron al pueblo que murmuraba de él estas cosas; y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron servidores que le prendiesen. 33 Y Jesús dijo: Aún un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió.
Palabra del Dia
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