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Actualizado: 9 de junio de 2025
Y la tercera parte de las aguas fue vuelta en Ajenjo; y muchos hombres murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas. 12 Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas; de tal manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no alumbraba la tercera parte del día, y lo mismo de la noche.
Nada importa morir cuando murieron ya sentimientos, ilusiones y esperanzas; cuando los afectos se extinguieron uno a uno, cuando el fuego que ardía en nuestra alma se convirtió en ceniza... Ya no queda más que el cuerpo... ¿Qué importa que éste tarde más o menos en seguir al espíritu si le abandonó cuanto lo purificaba, si desapareció cuanto le sonreía?
Fuí estudiando de cerca esta sociedad extraordinaria, que luego se ha modificado exteriormente al volver los tiempos de paz, y así empezó mi composición de LOS ENEMIGOS DE LA MUJER. Casi todos los personajes que aparecen en la presente novela tienen algo ó mucho de real. Fueron observados directamente y son reflejos, más ó menos fieles, de personas que aún viven ó murieron hace pocos años.
Previniéronse á la defensa, y viendo quemarse las cuatro naves, dispararon tantas balas contra los indios que iban á quemarlos, que temiendo las violencias de los tiros, se retiraron; dejando en quietud á los cristianos, de los cuales murieron, en estos trances, un alferez y treinta mas. Esto sucedió el dia de San Juan Evangelista, de 1535.
Desembarcó Sánchez tomó la altura, hizo agua y leña, y volvió hacia las tierras conocidas; pero tan penoso fue el viaje, que murieron de hambre y cansancio doce hombres de los diez y siete que formaban su tripulación, y los cinco restantes llegaron en tal estado a las Azores, que fallecieron al poco tiempo. Esto ocurría en 1484, ocho años antes del descubrimiento de las Indias.
Triumphó de todos sus enemigos, y en todas las guerras civiles y extranjeras fué siempre vencedor; pero el remate de todas estas dichas paró en una triste prision, y miserable muerte, aunque al parecer de todos, justísimo castigo del cielo, por la sangre inocente que derramó de sus amigos, y de otros muchos que injustamente murieron á sus manos.
Los padrinos de Lita habían sido sus abuelos, los padres de su mamá, y los dos murieron antes de que Lita cumpliera un año. Así es que la niña, como no llegó a conocerlos, no podía acordarse de ellos. La mamá no quería decirle que habían muerto, porque Lita era muy impresionable. Podía pensar: «Los padrinos de mis hermanitos viven, y ellos viven y se mueven.
Murieron de los vencidos veinte mil infantes y seis mil caballos y de los nuestros un caballo, y dos infantes; no me atreviera á referirlo por parecerme caso imposible, si Autores de mucho crédito no refirieran semejantes acontecimientos.
Los demás cobraron tanto miedo á la muerte, que les amenazaban las viruelas, que el mismo día que aquellos dos murieron, dejaron descuidar á los nuestros y todos se huyeron menos dieciocho adultos y veinte muchachos.
Murieron este día, de nuestra parte, 30 hombres; pocos más saldrían heridos, y casi todos de lanza y espada, porque tenían muy pocas escopetas. De los moros, entre muertos y heridos, pasaron de 500, según dijeron ellos mismos.
Palabra del Dia
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