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Actualizado: 19 de junio de 2025
Encorvados, sudorosos, apoyándose en los grandes bastones que les sirven para sostener el piano en sus momentos de descanso, esos pobres indios trepan declives de una inclinación casi imposible para la mula. En esos casos, el peso cae sobre los cuatro de atrás, que es necesario relevar cada cinco minutos. A veces las fuerzas se agotan, el piano se viene al suelo y queda en medio del camino.
Todo esto hizo según y como le dieron comodidad quinientos reales con que llegó a Valladolid, y aún dellos reservó ciento para alquilar una mula y un mozo, con que se presentó a sus padres honrado y contento. Ellos le recibieron con mucha alegría, y todos sus amigos y parientes vinieron a darles el parabién de la buena venida del señor don Diego de Carriazo su hijo.
Con estas pláticas, y desconciertos llegamos a Torrejón, donde se quedó, que venía a ver una parienta suya. Yo pasé adelante, pereciéndome de risa de los arbitrios en que ocupaba el tiempo, cuando, Dios y en hora buena, desde lejos vi una mula suelta y un hombre junto a ella a pie que, mirando un libro, hacía unas rayas que medía con un compás.
Por fin un portero sacó del zaguán de la Alhóndiga una mula cubierta de fúnebre gualdrapa con dos redondos agujeros ribeteados de blanco a la altura de los ojos. Se produjo un movimiento general. Tres alguaciles montaron en sus caballos.
Tantas cosas hizo, que a la postre el bueno del Papa, que se sentía envejecer, le confió el cuidado de vigilar la cuadra y llevar a la mula su ponche de vino a la francesa; lo cual movía ya a risa a los cardenales. Tampoco era esto cosa de risa para la mula.
Además, y para colmo de contento, como sólo dos noches pasaríamos amarrados a la orilla, los mosquitos no tendrían sino la última para entrar en campaña. Y al fin del río, no nos esperaba ya la mula, sino un cómodo transatlántico y más allá... ¡la Europa! Vamos, la situación era llevadera.
Como, al levantar el campamento antes de llegar el alba, mi mula era la primera que estaba lista, tomaba siempre la delantera, mientras el guía y el mozo de mano arreglaban los cargueros. Así marchaba hasta la mitad del día, solo, perdido en mis pensamientos y dejando a veces escapar exclamaciones de sorpresa ante un cuadro cuya salvaje grandeza me hacía detener a mi pesar.
Facundo manda que la enlacen en la iglesia; el arriero va a tomarla con las manos, y en este momento un oficial que entra a caballo por orden de Quiroga, enlaza mula y arriero y los saca a la cincha unidos, sufriendo el infeliz las pisadas, golpes y coces de la bestia. Algo no está listo en aquel momento; Facundo hace comparecer a las autoridades negligentes.
Además, con una costumbre de las más amenas. Como la senda es estrecha, según he dicho, cada vez que viene en dirección contraria una arria de mulas cargadas, hay que tomar precauciones infinitas, a fin de no destrozarse las rodillas contra los costales o no ir a dar al abismo. Pues mi mula tenía la manía de acercarse, de estrecharse contra todos los congéneres que encontraba en su paso.
Echaron luego ojo a la mula, y dijo uno dellos: Esta se podrá vender el jueves en Toledo. Eso no dijo Andrés , porque no hay mula de alquiler que no sea conocida de todos los mozos de mulas que trajinan por España.
Palabra del Dia
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