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Actualizado: 23 de junio de 2025


Está bien, hermana, ya me lo explico contestó Inesita . Aunque soy bastante boba e ignorante de todo, porque en el pueblo me he pasado la vida cosiendo, jugando a las muñecas, cuidando a nuestro anciano tutor y arreglando el altarito donde estaba San Antonio con el Niño Dios en los brazos, mientras que leías, estudiabas y conversabas, todavía se me alcanza que se mira de distintos modos: por ejemplo, con afecto y con indiferencia.

En la lámina están unas niñas griegas, poniendo sus muñecas delante de la estatua de Diana, que era como una santa de entonces; porque los griegos creían también que en cielo había santos, y a esta Diana le rezaban las niñas, para que las dejase vivir y las tuviese siempre lindas.

Gallardo recordaba confusamente haberla visto en su infancia en el paseo de las Delicias sentada al lado de su madre y cubierta de rizadas blancuras, como las muñecas lujosas de los escaparates, mientras él, mísero pillete, saltaba entre las ruedas del carruaje buscando colillas de cigarro.

Después quitó al escudero la correa que sujetaba sus gregüescos á la cintura y le ató atrás las muñecas, y con el extremo sobrante ató un pie de la víctima y le dejó tendido en el portal; el escudero no podía gritar, ni aun rugir, ni moverse. El tío Manolillo se acurrucó en un rincón del zaguán y esperó.

Tenía el vestido hecho pedazos, enmarañado el cabello, las uñas sucias y el semblante demudado y miedoso.... La lucha horrible del día anterior había dejado en sus delicadas muñecas unas manchas carbonadas. Salvador midió con aquella sola mirada la escena desoladora, y no sólo con pena, sino con ira, con imperio y furor, le dijo a doña Rebeca: ¡A ver, un abrigo; tenemos mucha prisa!

Era doña Rebeca menuda y nerviosa, de voz estridente y semblante anguloso; fuese hacia Carmencita a pasitos cortos y saltarines, la tomó por ambas manos, y de tal manera la miró, y con tales demasías le apretó en las muñecas finas y redondas, que la pobrecilla rompió en amargo llanto, toda llena de miedo.

Digo que Isabelita, si alguna vez jugaba con muñecas, no tenía en esto gusto tan grande como en reunir y coleccionar y guardar cosillas. Tenía la manía coleccionista.

Hijos deste cuello eran dos puños chatos, que comenzando de las muñecas, subian y trepaban por las canillas del brazo arriba, que parecia que iban á dar asalto á las barbas. No he visto yo yedra tan codiciosa de subir desde el pie de la muralla donde se arrima, hasta las almenas, como el ahinco que llevaban estos puños á ir á darse de puñadas con los codos.

Quizá, en lugar de aquellas dos mujeres tan sencillas y familiares, que se divirtieron tanto en la comida improvisada, y que desde el primer momento lo acogieron con suma gracia y confianza; quizá encontraría dos lindas muñecas de salón, elegantes, frías y correctas en sus maneras. ¿Se borraría su primera impresión, desaparecería?

Mientras tanto, la niña jugaba en el jardín del «Palace» con otras niñas vestidas y adornadas como muñecas lujosas y frágiles, cada una de las cuales pesaba varios millones.

Palabra del Dia

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