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Actualizado: 8 de mayo de 2025
El mismo Pascual, á mediados de este año de 1773, hablando con Gregorio Solis, vecino de esta plaza, le contó la serie de señales que he dicho, mostrandole desde su casa el sitio donde las ponen, y añadió, como que le consultaba, ¿qué prémio le pareceria que le daria nuestro Rey, en el caso de descubrir el camino de la ciudad?
El, por su parte, llegó á creer que vivía á la vez con varias mujeres, lo mismo que un personaje oriental. Freya, al multiplicarse, no hacía mas que girar sobre sí misma, mostrándole una nueva faceta de su pasada existencia.
Miras particulares se llevaban el de Villena y otros en difundir por el vulgo tales voces, pero miras que mas tarde fueron descubiertas por los que mas le vendian amistad, declarando al soberano verbalmente los proyectos concebidos por ellos, y mostrándole por escrito la correspondencia que habian interceptado dirigida á D. Juan de Portugal, á la cual contestó inmediatamente D. Fernando por medio de su enviado de negocios, Lope de Alburquerque.
Juan estaba pendiente de sus labios. Cristeta suspiró; luego guardó silencio en larga pausa, mirándole fríamente, mostrándole impávida el azul profundo de sus ojos; se pasó la lengua húmeda por los labios secos, y muy despacio, levantando una mano y posándosela en el hombro, le dijo con melancólica solemnidad, al mismo tiempo que dejaba caer ruborosa los párpados de larguísimas pestañas.
En vano Melia le hacía signos de que se callase, mostrándole a Kernok dormido; Zeli, que no se atenía más que a la orden que había recibido, repitió con una voz más fuerte: ¡Capitán, todo está dispuesto! ¡Eh!... ¿qué hay?... ¿qué es eso?... dijo Kernok desprendiéndose de los brazos de la joven. Capitán, todo está dispuesto repitió Zeli por tercera vez, con una entonación aún más elevada.
Antes de que Ferragut alcanzase á preguntarle por Freya, con la vaga esperanza de que se hubiese refugiado en el hotel, este hombre le dió una noticia. Capitán, aquí ha estado su hijo esperándole. El capitán balbuceó, desorientado: «¿Qué hijo?...» El hombre de las llaves bordadas trajo el libro de viajeros, mostrándole una línea: «Esteban Ferragut.
¡Toca! decía mostrándole la sarta de perlas unida casi siempre á su cuello. Estos granos de resplandor lunar eran para ella animalillos vivientes, criaturas que necesitaban el contacto de su piel para alimentarse con su jugo. Se impregnaban de la esencia del que las llevaba: bebían su vida.
Ruborizóse ella otro poco, retiró la mano y la puso suavemente sobre el brazo del caballero al tiempo que murmuraba, mostrándole una de las ventanas. Venga usted, hablaremos con más libertad en el jardín... Y a través de las avenidas asoleadas le condujo hasta el centro del parque.
El marqués indicó con un ademán que no tenía dinero, mostrándole después las cartas de los acreedores amontonadas en la bandeja de plata. Volvió á sonreir ella; pero ahora su sonrisa fué cruel.
Parece imposible replicó Su Majestad, pues Farinelli pretende tener sobre usted el derecho de casarla y entregarle una buena dote, siendo, como es, en la actualidad, su único pariente... Vea usted, y convénzase de lo que le digo continuó mostrándole un pergamino que había sobre una mesa; ahí tiene ese contrato por el que le cede una parte de su fortuna.
Palabra del Dia
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