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Actualizado: 1 de junio de 2025
Ivona continuó: Que hayas arrojado al mar a tu bienhechor después de haberle dado de puñaladas, pase; tu alma irá a Teus; pero que hayas herido a Melia sin matarla, eso está mal; porque para seguirte, ella ha abandonado ese bello país donde se crían los venenos más sutiles, donde las serpientes juegan y se enlazan a la claridad de la luna, confundiendo sus silbidos, donde el viajero oye, estremeciéndose, el estertor de la hiena, que grita como una mujer a la que se estrangula; ese bello país, donde las víboras rojas producen unas mordeduras mortales, que llevan en las venas una sangre que las corroe.
La cumbre del monte, en donde estaba el becerro de oro, se descubre, y muestra en el lugar del ídolo la imagen del Crucificado, que dice: .....Yo, Que para sanar las fieras Venenosas mordeduras De la serpiente primera, No siendo pecador, quise Parecerlo, porque tenga En mi muerte el pecador Vida temporal y eterna.
Las cortinas bien corridas sobre el ventanal de cristales, la chimenea ardiente esparciendo palpitaciones de púrpura como única luz de la habitación, el monótono canto del samovar hirviendo junto á las tazas de té, todo el recogimiento de una vida aislada por el dulce egoísmo, no les permitió enterarse de que las tardes iban siendo más largas, de que afuera aún lucía á ratos el sol en el fondo de los pozos de nácar abiertos en las nubes, y que la primavera, una primavera tímida y pálida, empezaba á mostrar sus dedos verdes en los botones de las ramas, sufriendo las últimas mordeduras del invierno, negro jabalí que volvía sobre sus pasos.
Yo eché a correr como un loco, en plena noche, llevando como un jirón del corazón de Magdalena aquel manojillo de flores en que había ella puesto sus labios e impreso mordeduras que yo saboreaba como besos. Caminaba al azar, ebrio de alegría, repitiéndome una frase que me deslumbraba como la luz de un sol naciente. No me preocupaba ni de la hora ni de las calles.
En las selvas de América, nunca exploradas, vieron hipógrifos, licornios y grifos iguales a los de los amados libros; las mordeduras de serpiente no eran mortales si se les aplicaba una amatista; la piedra bezoar sanaba todas las dolencias, y el mismo Carlos V pedía para las suyas este remedio encantado de los conquistadores.
Palabra del Dia
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