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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Cuando más en punto estaba el idilio, se presentó el traidor de la comedia: un banquero estúpido y feo y más ladrón que Brunelo, con dos avaricias insaciables: la del dinero y la de los blasones. Ambas cosas debían de abundar en casa de Nica Montálvez, sobre todo desde la muerte de su abuelo, un traficante muy listo que dejó al imbécil de su yerno una renta de cincuenta mil duros.
Estaba seguro de haber oído hablar más de una vez en su casa de la marquesa de Montálvez, no recordaba si para bien o si para mal, ni con qué motivo, porque no se fijaba nunca en el tema de las conversaciones que no le interesaban probablemente sería para mal, porque, para bien, jamás tomaba en boca su madre el nombre de ninguna señorona. Manías sin importancia de la pobre mujer.
Los maldicientes que se creían mejor informados, referían de las tres Gracias verdaderas enormidades en los corrillos del público voraz. Las tres Gracias, y por añadidura en conserva, eran las tres viudas verdes: en una palabra, la Montálvez y sus dos amigas Leticia y Sagrario.
Pues bien; en la virtud de este retrato confiaba grandemente el hijo de don Santiago Núñez para facilitar sus primeras exploraciones en el ánimo de su madre. Sobre este apreciable matrimonio apenas se veía la huella del tiempo corrido desde que el lector le conoció, con motivo de una visita que le hizo la marquesa de Montálvez.
Fue a parar a donde van todos los pícaros gordos que huyen de la justicia de su patria: a los Estados Unidos; y allí murió dos años después, de un torozón que le evitó ser linchado, y cuando comenzaba a recoger el fruto de una empresa que había fundado en compañía de otros dos estafadores a la alta escuela. ¿De manera que también Nica Montálvez está viuda? También viuda y también muy guapa.
Ya nos dijo Manolo Casa-Vieja que era de admirar «cómo y lo que quería» a su hija la marquesa de Montálvez; y era de admirar, en efecto.
Mientras en su casa se llegaba a juzgar a la marquesa de Montálvez con el mismo criterio bondadoso con que ellos dos acababan de juzgarla, ¡que ya era esperar!, ¿qué hacía el novio de Luz? ¿Continuar acatarrado? ¿Visitarla como antes? Y en este caso, ¿la hablaba o no del punto que quedó pendiente la última vez que se habían visto?
Varias veces había llegado él en ocasión de estar la madre y la hija en el oratorio; porque hasta oratorio tenía la casa de la marquesa de Montálvez... ¡Ah!, si las personas mal informadas, si su aprensiva madre pudieran ver lo que él iba viendo tan despacio y tan desapasionadamente, ¡qué diversos serían sus juicios sobre aquel delicado particular!
Por disposición testamentaria, hecha pocos días antes a ruegos de su mujer, hereda ésta su enorme fortuna; y no quiero decirte qué vida se estará dando con ella y con lo mucho que ya tenía propio. Leticia y Sagrario, las inseparables amigas, me traen el recuerdo de otra amiga de las dos, que me gustaba a mi mucho, por cierto: Nica Montálvez, la hija del estúpido marqués...
Cada cual tenía sus negocios y sus horas. Entre tanto, Pepe Guzmán continuaba siendo amigo de la casa y visitándola de vez en cuando. ¡Y pásmate ahora otra vez!: a los ocho meses de casada, tuvo la hermosa Nica Montálvez una niña como unas perlas.
Palabra del Dia
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