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Y que era así en efecto lo persuade la perfecta similitud que se advierte entre los monasterios de todos tiempos mas afamados por la escrupulosa observancia de la regla del santo fundador.

Por supuesto que en muchas ocasiones la barriga era de pega, es decir, rollo de trapos; pero ni guardián ni portero podían meterse a averiguarlo. Para ellos vientre abovedado era pasaporte en regla. Y de los conventos de frailes pasaban a los monasterios de monjas; y de cada visita regresaba a casa la niña del antojo provista de ramos de flores, cerezas y albaricoques, escapularios y pastillas.

Si algún día se despierta entre los españoles el mismo ardiente deseo de investigar los orígenes de su literatura que entre los franceses, ingleses y alemanes modernos, se rebuscarán, sin duda, los archivos de las iglesias y monasterios, y se publicarán documentos, que arrojen alguna luz sobre este punto.

Un regimiento de artillería de montaña acantonado en Salta por el gobierno de Buenos Aires iba á dar escolta al Señor del Milagro. Los frailes de los diversos monasterios circulaban por las calles, de aspecto colonial, y por la antigua Plaza de Armas, rodeada de soportales lo mismo que una vieja plaza de España.

Con esta luz, y con la que nos suministra la historia del arte monumental respecto de las formas generales de la arquitectura religiosa y monástica del Occidente en los siglos á que nos referimos, podremos presentar un cuadro aproximado del aspecto interior y esterior de los templos y monasterios de los mozárabes de Córdoba.

No sólo ostentaban innumerables obras de escultura y de pintura las paredes, altares, capillas y sacristías de los templos y monasterios, sino que hasta en las calles y plazas públicas se mantenía viva la devoción de los transeuntes, ofreciéndoles por do quier imágenes de santos de gran mérito artístico .

Mas vivirían alejados, yendo adonde les llamase su deber, pensando á todas horas uno en el otro, pero sin verse, como los monjes letrados y las religiosas apasionadas que en otros siglos llenaban su existencia con una amistad espiritual sostenida desde sus lejanos monasterios. Miguel volvió á admirar esta abnegación.

Las fundaciones de templos y monasterios cuya memoria nos han legado tantos respetables y diligentísimos escritores de nuestras antigüedades y de las cosas de la Iglesia desde los primeros historiadores de la monarquía restaurada como el monge de Albelda y el obispo D. Sebastian, justifican sobradamente nuestra suposicion.

Dice que La dicha primera parte, que diximos ser llamada Triaca del anima, fué hecha en loor y solemnidad de la fiesta de nuestra señora de la encarnacion: para que si quisieren la puedan representar por farsa las devotas religiosas en sus monasterios; en la cual farsa no interviene figura de hombre, sino de ángeles y donzellas.

La tercera suerte es de aquellos que viven en sus monasterios, ahora sean sacerdotes, legos ó donados; los cuales no habiendo llegado á hacer su profesion pueden ser echados al beneplácito del padre general, pero ellos no se pueden salir. Estos como no tienen oficios, ni cargos de consideracion, de ordinario obedecen simplemente aquello que les mandan sus superiores.