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Esto le molestaba extremadamente, le producía una sorda cólera que cada día iba en aumento, hasta que al fin estalló. Un día, después de acalorada disputa entre ambos, el guapo se cruzó de brazos delante de Soledad y dijo resueltamente: ¡Ea, ya se acabó! Aquí no queda otro medio... ¡Ó tu madre ó yo, hija mía! Ni ruegos ni lágrimas lograron hacerle cambiar de resolución.

A lo que replicó la santa que no debían ocuparse de lo que pasase fuera; pero observando al punto que el profano instrumento molestaba mucho y estorbaba la edificación del vecindario, por el apetito que algunos sentían de ponerse a bailar, bajó al portal y habló con el de Orden Público que allí estaba.

Sin saber por qué sintió una angustia extraña, «también él tenía nervios, por lo visto». Sin comprender la causa, le preocupaba y le molestaba mucho aquella incertidumbre. «¿Qué incertidumbre?

Cuando el payés se levantó para marcharse, Febrer, que estaba junto a la puerta, distinguió cerca de la alquería al Capellanet, y esto trajo a su memoria el deseo del muchacho. Si a Pep no le molestaba su petición, podía dejar al atlot para que le acompañase en la torre. Pero el padre acogió su ruego ásperamente. No, don Jaime. Si necesitaba compañía, allí estaba él, que era un hombre.

Habían sido tal vez amigas de su hijo, representaban una parte de su pasado, y esto le bastaba para suponer en ellas grandes cualidades que las hacían interesantes. Estas sorpresas, con sus correspondientes inquietudes, acabaron por conseguir que el pintor se lamentase un poco de su nueva amistad. Le molestaba además la invitación á comer que continuamente formulaba el viejo.

En efecto, hacía días que observaba en su hermano cierta predisposición a la melancolía bastante ajena a su carácter: a menudo se pasaba horas enteras con los ojos estáticos, inmóvil, dando señales de hallarse emboscado en una maraña de pensamientos tristes: le molestaba la compañía de los amigos y aun llegaba a desagradarle que su hermana le leyese demasiado tiempo.

Bien, pues dale expresiones, como dices. Se las daré en cuanto le vea. ¡Vamos, no seas tonto! Marta profirió esta exclamación demostrando en el acento cierto sobresalto. Se conocía que le molestaba un poco la broma. El fundamento que Ricardo tenía para dársela era deleznable, como sucede casi siempre en la adolescencia; pero verdadero hasta cierto punto.

El cosquilleo le molestaba mucho y también la visión calenturienta de millares de puntos luminosos o de tenues rayos metálicos, movibles, fugaces, imágenes de los malditos y nunca bien execrados pelos que conservaba la enferma retina.

Al poco tiempo fueron bastantes las personas que tenían conocimiento de las crueldades que con la niña se cometían. El conde de Onís, para huir la curiosidad del público, que le molestaba sobremanera, y aún más para librarse de Amalia, se había trasladado, sin decir nada a ésta, hacía ya cerca de un mes a la Granja. Su madre le había acompañado.

En París, aun por la mañana, yo no me atrevía; me miraban demasiado, y eso me molestaba... Pero aquí... ¡nadie!... ¡nadie!... ¡nadie!... En el momento en que Bettina, algo embriagada ya con el aire y la libertad, lanzaba triunfante sus tres: «¡Nadie, nadie, nadieapareció un caballero, que se adelantaba al paso, al encuentro del carruaje.