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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Frente de la ventana, a regular distancia del corralón de la posada, contrastando su fábrica de piedra con el maderaje y los tablones de que estaba formada la estación, había un edificio, rico en otro tiempo, a la sazón ruinoso, pobre, y sobre todo triste, como si su inerte mole fuera capaz de presentir la grandeza del rival que allí cerca y en pocas semanas alzaron unos cuantos hombres.

La vista de la sierra lejana suspendía su atención, y le encantaba un momento con aquellos brochazos de azul intensísimo y sus toques de nieve; pero muy luego volvía los ojos al Sur, buscando los andamiajes y la mole de las Micaelas, que se confundía con las casas más excéntricas de Chamberí. Todas las mañanas antes de ir a clase, hacía Rubín esta excursión al campo de sus ilusiones.

Eran como la torre de la catedral, que cubría con su mole una gran parte del cielo, ocultando millones y millones de mundos. Y sin embargo, era de una pequeñez insignificante, comparada con la inmensidad que ocultaba; menos que la parte infinitesimal de una molécula: nada. Así eran las religiones. Parecían grandes porque estaban muy próximas al hombre, ocultándole la inmensidad.

Allá voy yo a despabilarte se dijo la señora. Y cayó sobre él, sacudiéndole el brazo y gritándole: ¡Bernardino! ¡Bernardino! Esteven abrió los ojos y vió sobre la mole inmensa de su mujer. ¿Qué hay? Retírate, que me sofocas. Si es lo que yo quiero, ahogarte, sofocarte, por mal marido, por pillastrón. ¿Quién es ese hombre? ¿quién es esa rubia? ¡Di, contesta, grandísimo pícaro!

El lema escrito sobre su puerta es magnífico, Christo in Pauperibus: es un modelo . Sobre todos los edificios de Berna, sobresale por su hermosura y grandeza el nuevo palacio del Parlamento, recientemente terminado. Es una soberbia mole de piedra, de tres cuerpos, de esbelta arquitectura, gótica en su mayor parte: el interior corresponde á lo que desde fuera anuncia.

Unas veces se ve aparecer de repente, á la vuelta de un recodo del rio, alguna ruina colosal y de formas extrañas, ó algun castillo feudal cuyo aspecto de ciudadela inexpugnable contrasta con el pálido color de los viñedos que cubren las faldas de las lomas; otras, se destaca la mole de algun peñasco formidable, severo, imponente, dominando un abismo y como amenazando precipitarse sobre el rio y cubrir gran parle de su estrecho cauce; ó se pronuncia un raudal que, violentando el movimiento de las ondas, parece querer cerrar el paso al navegante.

Lóndres, esa mole colosal de grandeza y podredumbre, de oro y de hierro, como de lodo y amarguras, es por excelencia la metrópoli del romanticismo social.

Durante los seis meses que permanecí en aquellas playas, mi contemplación ordinaria, mejor diré, mi sociedad habitual, era Cordouan. Perfectamente comprendía que su posición de guardián de los mares, de vigilante constante del estrecho, constituían aquella mole en una especie de personaje. De pie sobre el vasto horizonte de Poniente, se ofrecía á mis ojos bajo cien aspectos distintos.

Si no quiere usted acompañarme, puede dejarme sola. ¡Pues no faltaba más!... Hasta el fin del mundo...». Una sombra lúgubre que sobre la calle se proyectaba les hizo alzar la vista, y vieron la mole del viaducto en construcción, un bosque de andamios sosteniendo enorme enrejado de hierro.

Primero, una logrera irascible que se fué echando chispas, muy quejosa del abogado; después unos indios que entraron tímidos y respetuosos, con el sombrero entre las manos, vestidos de limpio, al hombro el zarape purpúreo. Traían para don Juan un par de pavos. ¡Qué pavos! ¡Que ni de encargo para un mole en los callejones de Barrio Viejo el día de Difuntos! Habló el más listo.

Palabra del Dia

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