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En alguna ventana se veía lucir tras los vidrios mojados la pálida llama de una lámpara, y por cima de los edificios notaba esa claridad indecisa que anuncia desde lejos el asiento de las grandes ciudades. Las calles estaban enlodadas, los jardinillos de las plazas encharcados con el continuo gotear de las ramas de los árboles, cuyas hojas aparecían como barnizadas por la lluvia.

Puestos, pues, en tierra, más mojados que muertos de sed, Sancho, puesto de rodillas, las manos juntas y los ojos clavados al cielo, pidió a Dios con una larga y devota plegaria le librase de allí adelante de los atrevidos deseos y acometimientos de su señor.

Se caminaron este dia 14 leguas, poco mas ó menos, llegando todos mojados. Dia 7. Se marchó de mañana, atravesando grandes esteros, hasta que llegamos á una gran laguna, que los indios llaman en su idioma Tenemeche, y nosotros le pusimos el nombre de Santiago Apóstol.

Avanzó, cogiéndose con ambas manos a la barandilla, y llegó hasta su cuarto. El huracán, penetrando por la ventana abierta, se había enseñoreado de él; los papeles volaban, los muebles a que se iba agarrando estaban mojados. Sus manos tropezaron con el sillón del escritorio, y se sentó sin intentar siquiera buscar los fósforos ni cerrar la ventana.

Creíase entonces por altos y bajos, chicos y grandes, como verdad inconcusa, que habia sujetos dotados por la Divina Providencia de la virtud de curar enfermedades, por medios sencillísimos: llamábanlos «saludadores» y he aquí lo que de ellos nos dice el docto Covarrubias: «Saludar en otra significación, vale curar con gracia «gratis data» y á los que esta tienen llaman Saludadores, y, particularmente saludan el ganado; pero, yo mas cierto tengo auerse dicho de saliua, saliuador, por tener en ella la virtud de sanar, y assí los saludadores dan vnos bocaditos de pan al ganado, catados por su boca, y mojados en su saliua y de que esta tenga virtud para algunas enfermedades rabiosas ay lugar de Plauto ... Escribe Plinio, libro 10, capit. 23.

Si llegara a hacerme visible para el poder, acaso lograría: sus intenciones son las mejores del mundo; mas ¿cómo abrirme paso por entre la nube de porteros y ujieres que parapetan y defienden la llegada a los destinos? Las solicitudes que se presentan solas son papeles mojados. ¡Hay tantos que piden por pedir! ¡Hay tantos que niegan por negar!