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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Mochi sonreía, mirando por cumplido a Emma, sin tratar de adivinar el parecido, como si estuviera en el teatro fingiendo en un diálogo curiosidad e interés. Minghetti dio más solemnidad al caso.
Muchas veces pensaba en esto: él no tenía, en rigor, amigos entre los hombres; ni amigos de la infancia, verdaderos, capaces de comprenderle y capaces de abnegación; ni amigos de la edad viril...; il suo caro Mochi... ¡bah!, le había engañado una temporada. Era un vividor a quien Dios perdonara. Sus amigos eran las cosas.
Pero lo que lastimaba lo que llamaba ella su corazón, era la complicidad de Mochi. «Yo hubiera hecho lo mismo sola y él hubiera conservado mi respeto y mi amistad y mis caricias cuando las quisiera, y el provecho de estas infidelidades mías también se habría repartido. ¿Qué falta hacía que él se mezclase en esto?
Y no había más remedio. Pensar en tener compañía de ópera más tiempo, era absurdo. Ya todos los expedientes inventados para retener en el pueblo a Mochi y su discípula estaban agotados, no podían dar más de sí.
Yo no quiero amantes ni altos ni bajos..., porque no quiero..., porque todo eso me da asco. Mochi no vuelve.... A mis últimas cartas ya no ha contestado. Como tú. Sois unos caballeros.
¡Ah, el Sr. Reyes!... ¡Reyes herido!... ¡Una desgracia!... Antes que él pudiera desmentir la noticia, había llegado al cuarto de Mochi y al de la Gorgheggi. Ambos acudieron a todo correr, asustados.
No era que el lechuguino supiera mucho de la lengua del Dante, pero sí lo suficiente para comprender que al hablar de missure, Mochi se refería a los compases; mas los conocimientos lingüísticos del trompa no llegaban allí.
Bonis había desaparecido; poco después hablaba con Mochi en un gabinete cercano.
La Gorgheggi tuvo que resignarse, y se contentaba con escribir no sólo a Minghetti, en su nombre y el de Mochi, sino a Emma, su carísima amiga; y hasta en las cartas a esta había contestaciones veladas, intercaladas con un disimulo que revelaba grandísimo arte, a los más esenciales conceptos de las escasas cartas de Bonis.
Ahora no estaba sólo en calidad de público; en todas las faltriqueras había abonados, y en la de los tertulios de Cascos se destacaba la respetable personalidad del Gobernador militar, que honraba a aquellos señores aceptando un asiento en lo oscuro. Reyes se sentó en primera fila, y en cuanto Mochi miró hacia el palco, le saludó con el sombrero.
Palabra del Dia
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