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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Todo se egecutó como estaba prevenido, empezando la bulla de los peones mineros en aquel lugar, á la hora señalada.

¡Oh, no! decía el director sonriendo . Los hundimientos son de las minas particulares. Esta perteneció al Estado, y todo se hace con lujo de seguridad. En ciertas minas donde yo he estado apuntó un ingeniero tenía que ir una cuadrilla detrás de los mineros para desenterrarlos. ¡Qué horror! exclamaron a una voz todas las damas. Acomodáronse al fin de nuevo en la jaula, y subieron al noveno piso.

Ausencia, celos, quejas y desavenencias, odio, desdenes, penas, reconciliación y matrimonio. Teoría y consejos amatorios. Cariño y penas filiales. Religiosos. Sentenciosos y morales. Fiestas y baile. Columpio. Jocosos y satíricos. Estudiantes, soldados, marineros y mineros contrabandistas, brabucones y borrachos. Carcelarios. Históricos y tradicionales. Locales. Varios. Apéndice general.

Entre aquellas dos cumbres hay una villa edificada desde la más remota antigüedad. Nuestros viajeros no llegaron a ella. Detuviéronse dos kilómetros más atrás, en un burgo denominado Villalegre, donde los ingenieros y empleados habían situado su domicilio para sustraerse a las emanaciones mercuriales y sulfurosas que envenenan lentamente, no sólo a los mineros, sino a los vecinos de Riosa.

El resto de la comitiva había optado por quedarse en el noveno piso: el trabajo de los mineros no les interesaba. Los que habían descendido hasta allí también sentían vivos deseos de encontrarse en paraje más cómodo. Preguntaban a cada instante al director si aquello estaba seguro; si no había casos de hundimientos.

Las cuadrillas de mineros y operarios traídas de otros puntos alojaban en casa de los labradores de Carrio, Entralgo y Canzana y dejaban allí parte de su salario. Verdad que los huéspedes no eran cómodos. Agresivos, pendencieros, alborotadores, tenían siempre con el alma en un hilo á los vecinos.

Galba creía también sentir en su alma las secretas vibraciones de una aspiración superior que no podía satisfacer en el comercio del aguardiente y tabaco de que proveía a campesinos y mineros de los campamentos.

De suerte que, estando el general en Guapás, no eran acaso tan conocidas y célebres, aunque el Emperador en el mismo año 1549 recibia por su quinto real, cada semana, treinta mil, y muchas veces cuarenta mil libras de plata: y en lugar de jornal se daba á los mineros, por el trabajo de una semana, una, y algunas veces, dos libras de plata.

Los mineros la encontraban al salir a la claridad y allí, sin dar otro paso, apagaban la sed y el hambre, y la pasión del juego que dominaba a casi todos.

¡Pero, malditos! exclamaba el doctor, oyendo al Milord y á otros contratistas. ¿No es justo lo que piden? ¿Qué menos pueden reclamar que el cobro semanal y comprar su alimento donde mejor les convenga?... Los contratistas torcían el gesto, excusándose en la inercia de las costumbres. Eran los señores de la villa, los mineros ricos, las empresas extranjeras, los que debían dar el ejemplo.

Palabra del Dia

mármor

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