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Recordaba á Aresti, en pocas palabras, la historia del muerto; un andaluz, de carácter triste y pocas palabras que había rodado por el mundo buscándose la vida en América en cien oficios, y trabajando en todas las minas de España. Por las noches, cuando volvía del trabajo, daba lecciones á los pinches.

Había que salvar nuestras minas. Luego hablaba de los Barrios, procedentes, según ella, de la más vieja aristocracia española. Todos los nobles de Madrid resultaban parientes suyos: era cosa sabida. De niña había visto en su casa muchos papeles que probaban su derecho á un título de marqués; pero por las revoluciones del país y por sus viajes, ya no sabía dónde encontrarlos.

Entonces el duque se apoderó de Pepa Frías, mostrándose con ella tan galante y expresivo, como si fuese a hacerle una declaración de amor. El general, observándolo, dijo a Pinedo: Mire usted al duque, qué animado se ha puesto. De fijo le está haciendo el amor a Pepa. No respondió gravemente el empleado . A lo que está haciendo el amor ahora es al negocio de las minas de Riosa.

Ella les ponía por encima de todas las cosas, siempre que se avinieran a trabajar perpetuamente en las minas, a amasar en una sola artesa todos sus jornales, a obedecerla ciegamente y a no tener aspiraciones locas, ni afán de lucir galas, ni de casarse antes de tiempo, ni de aprender diabluras, ni de meterse en sabidurías, porque los pobres decía siempre habían de ser pobres y como pobres portarse, y no querer parlanchinear como los ricos y gente de la ciudad, que estaba toda comida de vicios y podrida de pecados.

Sabe usted, yo quisiera que todo viviese, que todo comenzara a marchar, no dejar nada parado, empujar todo al movimiento, hombres, mujeres, negocios, máquinas, minas, nada quieto, nada inmóvil... Extrañas ideas murmuró Briones. Concluía el camino y comenzaban las sendas a dividirse y a subdividirse, escalando la altura.

Aunque ya no era joven, su cuerpo fuerte, su piel tersa y blanca, sus brazos fornidos, sus caderas exuberantes excitaban la lujuria de aquellos miserables que vivían en tinieblas. «La Muerta es un buen bocado», se decía en las minas.

Pero ¡oh casualidad portentosa y fijeza de los hados!, las minas en que tenía el mismo D. Juan sus miserables ahorrillos, no quebraban, dejaban un rédito sano y constante.

Y con toda su fama de práctico de los hospitales de París, con la popularidad que le habían dado en la villa sus arriesgadas operaciones, fué á aislarse en las minas, cuando aún no tenía treinta años, viviendo en una casita de Gallarta con sus libros y su vieja criada Catalina.

Consideraba que el comercio inmediato con estos indios, podria ser sumamente útil á la nacion inglesa, extrayendo por los mismos indios el oro de las minas mas ricas que los indios de Chile ocultan á los españoles, dándoles en cambio armas y municiones de guerra y otras comodidades que les hiciesen abrir sus minas; y que por la asistencia de los ingleses y su proteccion, vendrian á formar estos indios un pueblo considerable, eta.

El oro abunda particularmente, estendiéndose sobre una superficie considerable: se encuentran muchas minas de lavadero, ó aventaderos de este preciado metal, en las cercanías de Suches, donde los Incas las beneficiaban antiguamente, y siguen hoy beneficiándola los actuales moradores; pero la carestía de agua es un grande obstáculo para este género de laboreos.