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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Y acercándose a él y metiéndole la voz por el oído, comenzó a decirle: ¿No comprendes, mentecato, que Miguel no es hijo mío?... Si lo fuese le pegaría como a ti... Pero eres mayor qué él, y estás en tu casa... Debieras dar ejemplo... ¡A quién se le ocurren sino a ti esas cosas, majadero!... Eres capaz solo de revolver esta casa y todas las de Madrid... ¿Es eso lo que te enseña el maestro en la escuela? ¿Di, gaznápiro, di?...

Paseó su mirada lánguida por los circunstantes esperando que se le pidiese explicación de aquel cansancio. Pero D. Laureano atendía a su juego; Adolfo Moreno seguía enfrascado en la lectura; Miguel Rivera, que hacía un rato había llegado, se le quedó mirando fijamente y con cierta sonrisa burlona. El único asequible en aquel momento era Mario. A él se dirigió metiéndole la boca por el oído.

Ahola no... teta caca... cosa fea... Ambos se divertían con tales simplezas. Era un medio de entretener el tiempo y de expresar su cariño. Toma teta díjole Jacinta metiéndole un dedo en la boca; y él se lo chupaba diciendo que estaba muy rica, con otras muchas tontadas, justificadas sólo por la ocasión, la noche y la dulce intimidad. ¡Si alguien nos oyera, cómo se reiría de nosotros!

El cura entonces se trabó con él, cuerpo a cuerpo, procurando con todas sus fuerzas arrojarle al suelo; pero Marroquín, sujetándole a su vez por el cuello y metiéndole la cabeza debajo del brazo, principió a darle con el otro tan fieros golpes en las narices, que el cura gritó con voz sofocada: «¡Socorro; que me matanMiguel le dejó gritar un poco más, pues no le pesaba de aquel merecido vapuleo, y sólo cuando vio que Marroquín persistía incansable en solfearle, bajó a escape la escalera llamando al inspector: «D. Ruperto, creo que D. Juan y el Sr.

¡Eran ellos! , eran ellos. Mucho antes de oír su voz claramente los había adivinado. Se paseaban por una calle más ancha y despejada que las otras, resguardada de un lado por el muro, del otro por alto seto de boj. Amalia se colgaba del brazo del conde con imperio y negligencia y hablaba mirando al suelo, mientras él se inclinaba hacia ella risueño, sumiso, metiéndole las palabras por el oído.

Palabra del Dia

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