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-Así debe de ser -respondió Altisidora-; mas hay otra cosa que también me admira, quiero decir me admiró entonces, y fue que al primer voleo no quedaba pelota en pie, ni de provecho para servir otra vez; y así, menudeaban libros nuevos y viejos, que era una maravilla. A uno dellos, nuevo, flamante y bien encuadernado, le dieron un papirotazo que le sacaron las tripas y le esparcieron las hojas. Dijo un diablo a otro: ''Mirad qué libro es ése''. Y el diablo le respondió:

Y mientras dormían y se arrastraban los espedientes, mientras los papeles sellados menudeaban como cataplasmas de médico ignorante por el cuerpo de un hipocondríaco, Basilio se enteraba en todos sus detalles de cuanto había ocurrido en Tianì, de la muerte de Julî y la desaparicion de Tandang Selo.

Cuando iba Tirso a entrar en su cuarto, le dijo Pepe: Espera, tenemos que hablar: no es posible que continuemos así. La luz escasa de la lamparita, sucia y mal despabilada, iluminaba el comedor, donde menudeaban las señales de incuria y abandono.

Acabaron su vida las ropillas; no quedaba andrajo en pie. Menudeaban tanto las piedras y cascotes, que dentro de poco tiempo tenía el dicho don Toribio más golpes en la cabeza que una ropilla abierta, y no hallando remedio contra el granizo, viéndose sin santidad cerca de morir San Esteban, dijo que le dejasen salir, que él pagaría luego y daría sus vestidos en prendas.

Singularmente al llegar la primavera menudeaban las dolencias de carácter inflamatorio, y cada apoplegía que estallaba era un súbito escopetazo que se llevaba un fraile al sepulcro, sin darle cinco minutos para rezar un Padre Nuestro.

Y así como suele decirse: el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo, daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y, como quedaron ascuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto que, a doquiera que ponían la mano, no dejaban cosa sana.

Casi todas las semanas tenía que encargar barajas francesas a Buenos-Aires el pulpero de la estación, pues menudeaban los pedidos. Pasé así un año más, ocupado en la interesante faena de la cría y distrayendo mis ocios en el carteo del bridge... ¿Llegó a gustarme este juego? No tengo ahora el menor reparo en declarar que siempre me aburrió soberanamente.

Y apenas la descubrí, cuando con una maroma me asentaron un azote con hijos en todas las espaldas. Comencé a quejarme; quíseme levantar; quejábase el otro también; dábanme a sólo. Yo comencé a decir: ¡Justicia de Dios! Pero menudeaban tanto los azotes sobre , que ya no me quedó, por haberme tirado las frazadas abajo, otro remedio sino el de meterme debajo de la cama.

Menudeaban tanto por aquel tiempo los presbíteros que, fugados de sus curatos, aparecían luego como cabecillas en el campo o eran sorprendidos en las ciudades sirviendo de auxiliares y emisarios cerca de las juntas del partido faccioso, que nada tenía de absurdo la sospecha de Millán: justificábala, además, el empeño de Tirso en callar el objeto de su viaje. ¿No podían haber convertido el fanatismo de aquel hombre en instrumento suyo las mismas gentes que le hicieron clérigo a espaldas de sus padres?

Subieron las voces de boca en boca por la cuesta arriba, y en la plaza del Carmen dieron en los oídos de un alguacil, el cual, con dos corchetes, con más ligereza que si volara, se puso en el lugar de la pendencia, a tiempo que ya el herido estaba atravesado sobre su asno, y di de Lope asido, y Lope rodeado de más de veinte aguadores que no le dejaban rodear, antes le brumaban las costillas de manera, que más se pudiera temer de su vida que de la del herido, según menudeaban sobre él les puños y las varas aquellos vengadores de la ajena injuria.