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El Jerez únicamente sabemos apreciarlo los de la tierra; dentro de poco sólo lo compraremos nosotros. Ellos se emborrachan con cosas baratas, y así marchan sus asuntos. En el Transvaal casi los revientan. El mejor día les pegarán en el mar con todas sus guapezas.

Según parece, tus asuntos marchan. Ya sabes lo que te he dicho: si el Mágico prodigioso necesita más capital para la implantación de sus inventos, no tiene más que decírnoslo... MÁXIMO. Gracias, tía. Tengo a mi disposición cuanto dinero pueda necesitar... DON URBANO. Dentro de pocos años el Mágico será más rico que nosotros. MÁXIMO. Bien podría suceder.

Parece la dije para empezar , que marchan bien los asuntos, ¿eh? Entendióme la pregunta; y después de sobrecogerse un poco con ella, me respondió sin titubear: Así me los conserve Dios muchu tiempu. Me alegro en el alma la dije entonces ; porque por no verla a usted con los espantos de estos días...

Y aquí repetiré lo que llevo indicado mas arriba, y es que son muchos los hombres que marchan á la aventura, ya sea no fijándose en un fin bien determinado, ya no calculando la relacion que este tiene con los medios de que se puede disponer.

Qué vale más, ¿este espactáculo de media hora o el encanto de la música, intenso y soberano bajo una interpretación maravillosa? Quedémonos en este rincón y veamos desfilar todas esas mujeres de una belleza sorprendente. Marchan con firmeza; la estatura elevada, el aire de una distinción suprema, los trajes de un gusto exquisito y simple.

En Bargas les pregunto yo , ¿no hay más que ustedes que se dediquen a la venta en Madrid de las rosquillas? Y ellas me contestan que hay más; están la Daniela y la Plantá; pero estas dos negociantes no marchan a Madrid en ferrocarril: van por la carretera. Emplean en ir dos días y otros dos en volver. Llevan un borriquillo. Y, como es natural, han de hacer en Madrid gastos de alojamiento y pienso.

Estos seres marchan siempre a la cola de las pequeñas necesidades de una gran población y suelen desempeñar diferentes cargos, según el año, la estación, la hora del día.

Con la mayor frescura levantan la yerba los domingos, la cargan y marchan con su carro chillando por el medio del pueblo, como si Dios no los mirase, como si no clavasen con su pecado una espina más en la cabeza de nuestro Redentor.

Charles Morice las llama entonces «falanges de Prudhommes feroces que tienen por lema la palabra Mediocridad y marchan animadas por el odio de lo extraordinario». Encumbrados, esos Prudhommes harán de su voluntad triunfante una partida de caza, organizada contra todo lo que manifieste la aptitud y el atrevimiento del vuelo.

El sol iluminaba las anchas avenidas, y ya numerosos grupos de hombres fatigados buscaban reposo a la sombra de los árboles corpulentos que bordan las aceras y pueblan los squares. Por todas partes, mujeres y niños, solos, tranquilos, con su cartera de colegiales a la espalda, rosados, rozagantes de vigor. Marchan con el paso firme de soberanos.