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Actualizado: 6 de julio de 2025


La lucha de su alma es representada alegóricamente por medio de las diversas virtudes y vicios, que lo atraen y lo rechazan; pero sus constantes oraciones lo hacen partícipe, al fin, de la gracia divina, transformando de tal modo todo su sér, que Marcela conviene, á sus ruegos, en borrar su antigua falta, dándole su mano.

Capítulo XIII. Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos Mas, apenas comenzó a descubrirse el día por los balcones del oriente, cuando los cinco de los seis cabreros se levantaron y fueron a despertar a don Quijote, y a decille si estaba todavía con propósito de ir a ver el famoso entierro de Grisóstomo, y que ellos le harían compañía.

Diez minutos después Pedro entraba en casa de Fabrice; por la indicación de un criado subió directamente al taller del pintor con la antigua confianza de los pasados tiempos: llamó ligeramente, y alzando una cortina encontróse cara a cara con Beatriz, cuyos labios se entreabrieron para lanzar un grito apenas contenido merced a un duro esfuerzo; estaba sentada a pocos pasos del caballete de Fabrice, con un libro en una mano y acariciaba con la otra la suelta cabellera de Marcela, arrodillada a sus pies.

Á ruegos de Marcela, que quiso ofrecer este último homenaje de respeto filial á su amado padre, se dió un rodeo para que pasase junto al convento de las Descalzas; aquí descansó un momento; después prosiguió hacia la iglesia de San Sebastián, en donde se celebró un funeral suntuoso, enterrándose después el cadáver.

Lo cual visto por don Quijote, pareciéndole que allí venía bien usar de su caballería, socorriendo a las doncellas menesterosas, puesta la mano en el puño de su espada, en altas e inteligibles voces, dijo: -Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía.

Créese que pasó en Madrid los últimos años de su vida, y, según todas las probabilidades, trataba á Lope de Vega y á su familia. Dedicó á Marcela, hija de Lope, la primera parte de sus comedias , y Las almenas de Toro, del gran poeta, está dedicada á él, y por cierto con frases muy lisonjeras sobre su talento y las prendas de su carácter.

Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela; la cual, fuera de ser cruel, y un poco arrogante y un mucho desdeñosa, la mesma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna. -Así es la verdad -respondió Vivaldo.

Ved, pues, por qué pienso que se han de reír los que lean aquí ahora que Sor Marcela tenía miedo a los ratones; y no valdrá seguramente añadir que el miedo de la cojita era grande, espantoso, ocasionado a desagradables incidentes y aun a derivaciones trágicas. Como ella sintiera en la soledad de su celda el bulle bulle del maldecido animal, ya no pegaba los ojos en toda la noche.

A esta especie pertenecen sus mejores obras, y, entre ellas, en particular, Las muñecas de Marcela y La perfecta casada.

Beatriz de pronto, como quien toma una brusca resolución: ¡Márchese, se lo ruego!... Pero antes quiero darle algo para ella. Y se dirigió con rápido paso hacia la quinta. Su departamento personal, compuesto de un gran salón, gabinete y dormitorio, ocupaba toda la planta baja. La habitación de Jacques y de Marcela estaban en el primer piso.

Palabra del Dia

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