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De esperar es, por consiguiente, que, pues tan rápido, cómodo y barato resulta hoy el viaje, todos los amantes de la belleza artística y de las glorias patrias vayan sin pérdida de tiempo á admirar con sus propios ojos aquel museo de maravillas.

No se puede expresar por qué; pero sus proporciones, su actitud, la forma de su cabeza, el movimiento que hace, el modo de extender el brazo, la delicadeza con que arquea los dedos, le dan en totalidad un aspecto clásico en el más alto sentido de la palabra: y se le ocurre a uno pensar que si se descubrieran obras de pintores griegos se hallaría algo parecido a esa mujer gentil y airosa, bella y fuerte, que habiendo nacido en Lavapiés o Maravillas es digna de haber pisado las plazas de Atenas y Corinto.

Sólo los amigos del gobierno y los personajes oficiales tenían permiso para entrar en el palacio y ver de cerca tales maravillas. El enorme patio central, donde podían formarse á la vez varios regimientos y en el que se desarrollaban las más solemnes ceremonias patrióticas, fué el lugar destinado para tal exhibición.

Fuele a buscar donde el ventero le había dicho que estaba, y hallóle, y díjole que en todo caso le dijese luego lo que le había de decir después, acerca de lo que le había preguntado en el camino. El hombre le respondió: -Más despacio, y no en pie, se ha de tomar el cuento de mis maravillas: déjeme vuestra merced, señor bueno, acabar de dar recado a mi bestia, que yo le diré cosas que le admiren.

Esas son preocupaciones, de que muchos participan; pero yo veo que todo el mundo vive sano y fuerte en la capital. ¡Sin duda! ¡Si Buenos Aires es una de las ciudades más sanas del mundo!; pero cómo vas a comparar la vida en ella y aquí no más; fíjate... mira qué maravillas de quintas. ; muy lindas...

Y todas estas maravillas, que semejan un cuento de Las mil y una noches... ese lago que se extiende sobre un volcán, y ese volcán que amenaza recobrar su plaza, ¿dónde piensan ustedes que se encuentra? ¿En los Alpes? ¿En las cordilleras de los Andes?... No, ciertamente.

En la gran ciudad colocaba él maravillas que halagaban el sentido y llenaban la soledad de su espíritu inquieto. Desde aquella infancia ignorante y visionaria al momento en que se contemplaba el predicador no había intervalo; se veía niño y se veía Magistral: lo presente era la realidad del sueño de la niñez y de esto gozaba.

Parecía que a través de los ramilletes pasaba un soplo primaveral que daba a las flores vida y lozanía. Los niños, atraídos por tanta belleza, dejaban sus sillitas, y paso a paso se iban colocando en torno de la florista. Con las manos detrás, ocultando el libro, permanecían largo rato, embobados y boquiabiertos, delante de tantas maravillas. A las doce concluía la tarea.

9 Mas endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, apartándose Pablo de ellos separó a los discípulos, disputando cada día en la escuela de un cierto Tiranno. 10 Y esto fue por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la Palabra del Señor Jesús. 11 Y hacía Dios singulares maravillas por manos de Pablo,

Pero ¿ha de impedirme esta razón, que en pesa mucho, seguir narrando los sucesos hasta el fin de la comenzada historia? No a fe; que, después de todo, no está mandado por ninguna ley que siempre que se cuente algo hayan de ser maravillas.