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Actualizado: 3 de junio de 2025
Claro, bobo; le conozco en el menear los manteos. Mia, ven acá. ¿No ves cómo al andar le salen pa tras y pa lante? Es por la fachenda que se me gasta.
En el centro de este cuadrado se alzaba un ropero de madera sin barnizar atestado de sotanas, balandranes, manteos, sombreros de teja, bonetes, etc., etc., todo muy usado y sucio. En el rincón más oscuro apenas se veía la mesa de escribir cubierta con una bayeta que habría sido verde; actualmente las manchas de tinta, vino, leche y otros líquidos la habían puesto casi incolora.
Y tomando el canalón, que andaba por el suelo, y ocultando el sable debajo de los manteos, salió por la puerta. El barón cogió la boina, se puso un grueso montecristo de abrigo y le siguió. ¡Alto! exclamó antes de que hubiera dado cuatro pasos. ¿No te parece que echemos la espuela? Fray Diego dejó escapar un gruñido afirmativo.
Pero entonces había que decírselo todo al Provisor, porque en saliendo de aquella casa ya no podía ser espía, ni ayudar al que la pagaba a abrir los ojos de aquel estúpido de don Víctor, que, como era natural, querría vengarse, castigar a los culpables; que sería lo que necesitaba el canónigo, puesto que él no podía con sus manteos al hombro ir a desafiar a don Álvaro.
A sus oídos llegaban, entre el confuso vocerío, algunas blasfemias que le estremecían. De pronto se abre con violencia la puerta y sale precipitadamente una masa negra, disparada por unas manos que cierran de nuevo al instante. El P. Gil reconoció en aquella masa negra a un clérigo. Se aproximó solícito y vio que era el P. Norberto, con manteos y sin sombrero.
Los clérigos se arrebozaban con sus lobas; los dominicos, en sus manteos; los franciscanos y carmelitas traían el rostro cubierto bajo la puntiaguda capilla y los brazos cruzados por dentro de las mangas. Ramiro vio llegar a Vargas Orozco con la nariz amoratada por el frío; el paje caudatario le sostenía por detrás la cola superflua.
Perdónenme si me atrevo, Por el honor del fregado, La opinión del lavadero, Del cántaro y el jabón; 2145 Que más de cuatro manteos, De ésos con esteras de oro, Cubren algunos defetos. DO
Los estudiantes habían improvisado manteos con sayas negras, y tricornios de cartón con cuchara y tenedor de palo cruzados, completaban el avío; los grumetes tenían sencillos trajes de lienzo blanco y cuellos azules; en cuanto a la comparsa de señores, había en ella un poco de todo; guantes sucios, sombreros ajados, vestidos de baile ya marchitos, mucho abanico, y antifaces de terciopelo.
Palabra del Dia
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