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Actualizado: 13 de junio de 2025
Esa diablura la han puesto los ingleses entre un pueblo que llaman Liverpool y otro que nombran Manchester. Dice D. Salvador que aquello es volar. ¡Volar! ¡Soberbia cosa!... exclamó Sola con entusiasmo . Decir «quiero ir a tal parte ahora mismo» y.... Y salirse uno con la suya. Pues, te dirá: no hay caballos.
Sí dije, es verdaderamente asombroso. No hay duda, su secreto está escrito aquí, y lo sabríamos, si poseyéramos la clave. Pero es probable que sus enemigos conozcan su existencia, o si no, él no lo hubiese dejado guardado aquí al partir para Manchester. Puede ser que Dawson lo sepa. Es muy probable contestó ella. Era el hombre de relación más íntima de mi padre. Su amigo, dice él que era.
Hijo de un hábil profesor de Manchester, empezó sus estúdios bajo la direccion de su padre, y fué á perfeccionarse á Lóndres en la clínica de los hospitales. Su habitacion, inmediata al Tamesis, le puso en contacto con la gente de mar, y le proporcionó el conocimiento del capitan de un buque, que hacia el tráfico de negros en la costa de Guinea.
Manchester, Liverpool y Southampton, son las ciudades que conozco de Inglaterra ademas de Lóndres. Una vez que ya hemos escrito todo lo que de la capital de Inglaterra nos ha llamado la atencion, vamos á apuntar unas breves noticias relativas á las ciudades industriales arriba mencionadas.
Aquella escena de media noche, con todos sus románticos y extraños detalles, aquel episodio de lo pasado, cuando el fatigado caminante y su hija habían sido mis huéspedes por vez primera, y todos sus recuerdos acudieron a mi memoria la tarde fría y brillante en que descendí de un coche, al siguiente día de la investigación verificada en Manchester, delante de la gran mansión blanca de la plaza Grosvenor, y supe por Carter, el solemne sirviente, que la señorita Mabel estaba en casa.
Y después, los mostradores estaban alfombrados con tripes representando todo un jardín zoológico de fieras estampadas, tigres, panteras, gatos monteses y leones rubicundos, reposados majestuosamente sobre paisajes historiados de selvas de lana con que las fábricas de Manchester reemplazaban en nuestras mansiones aristocráticas de entonces la carencia de Aubuisson y de gobelinos.
En cuanto se le fue el enojo, Miguel se rió de la gansada de su amigo y no volvió a pensar más en ella. No obstante, se la hizo pagar con algunas bromas; era la menor venganza que podía tomar. Te participo, amado Mánchester, que si no me das un fósforo, divulgo el secreto que hace años te tengo guardado decía sin levantar la cabeza de las cuartillas que estaba escribiendo.
Desgraciadamente no volverá a España, pues como dice con razón un escritor francés, «todo objeto de arte importado a aquellas islas, no sale nunca de allí; esta condenado a reclusión perpetua; no vuelve a la circulación y hasta se llega a ignorar que existe.» En la gran Exposición de tesoros artísticos del Reino Unido celebrada en Manchester, los pudibundos ingleses, colocaron el cuadro a tal altura, que casi no era posible examinarlo.
Al día siguiente, en Málaga, le pillamos infraganti en el hotel, presentándole á un comerciante toda su colección de cartones con muestras de mercancías; y aunque se sostuvo en lo de las conquistas femeninas, confesó que sus viajes cosmopolitas habían sido hechos no por un inglés turista, sino por un robusto judío alemán, comisionista de la casa H. B. & Cª e Manchester.
Tardamos más de dos meses; no fuimos en línea recta: bajamos a las Canarias, y desde allí nos encaminamos a las Antillas. De Cuba volvimos a Manchester y de Manchester a Cádiz. En el bergantín aquél el aprendizaje era terrible; no se comía apenas, ni se podía dormir, ni mudarse; en cambio, cuando hacía buen tiempo, una delicia: se jugaba a las cartas y se contaban cuentos de brujas y de piratas.
Palabra del Dia
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