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Actualizado: 1 de junio de 2025


El baile de las seguidillas es como sigue: mientras preludia una guitarra, se separan las parejas, vestidas con graciosos trajes de majos, y se coloca cada uno á tres ó cuatro pasos de distancia; cantan el primer verso de la copla mientras los bailarines permanecen inmóviles; calla otra vez la voz; la guitarra comienza entonces la melodía, y al cuarto compás prosigue la voz de nuevo, se oyen las castañuelas, y el baile comienza con sus acompasados giros, sus graciosas idas y venidas y su encantadora expresión de amorosa alegría.

Digo yo, y quiero que me digan, por qué nadie me contesta a esto, ni puede contestarme: ¿hizo Dios dos castas de hombres, por si acaso, una de pobres y otra de ricos?, ¿hizo a unos para que se paseasen, durmiesen, anduviesen majos, y hartos, y contentos, y a otros para sudar siempre y arrimar el hombro a todas las labores, y morir como perros sin que nadie se acuerde de que vinieron al mundo? ¿Qué justicia es esta, retepelo?

Arboles azules sobre campos morados, horizontes amarillos, casas más grandes que los árboles y personas más grandes que las casas; cazadores con escopetas que parecían escobas y majos andaluces, con el trabuco sobre las piernas, montados en briosos corceles que tenían aspecto de ratas. Un portento de originalidad que entusiasmaba á los bebedores.

Aquí me echó el hombre una ojeada de arriba abajo, de estas que arrebañan a la persona mirada; de éstas que van acompañadas de un gesto particular de los labios; de éstas que no se ven sino entre los majos del país. Nadie es más que yo, don caballero o don lechuga; si no acomoda, dejarlo. ¡Mire usted con lo que se viene el seor levosa!

El hombre se detuvo delante de la tienda, subió resueltamente los escalones y entró en ella. El rostro del joven viajero se contrajo fuertemente. Miró un instante con fijeza á la puerta iluminada y se alejó á paso largo. Los majos. Los grandes ojos negros de la tabernera brillaron. ¡Cuánto has tardado! exclamó levantándose.

Un entremés de Cervantes se representaría con trajes del tiempo de Cervantes, y un sainete de D. Ramón de la Cruz con los trajes que los majos y las manolas gastaban cuando vivía y los retrataba tan á lo vivo aquel escritor ingenioso. Otro uso antiguo, desde hace años casi perdido, resucitaría yo en nuestro teatro: el indispensable intermedio de baile nacional entre el drama y el sainete.

Palabra del Dia

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