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Actualizado: 5 de mayo de 2025


De veinte mil pasaron, naturales, Que murieron á causa del estrago Que hicieron aquestos animales: Que en todo el Ubay dejaron pago De planta, ni maiz, ni sementales, Sin pasar por aquel tan crudo trago. Dejando desta vez tan asolada La tierra, que tardó de ser poblada.

CAP. XXXI. De como feguimos el camino del Maìz. Pafados dos dias, que alli eftuvimos, determinamos de ir

Y me preguntaba: «Pero ¿qué había aquí antes de que ellos llegasen? ¿Qué comía la gente?...». La gente era escasa, y para comer solo había maíz, mandioca y carne del huanaco. Esto a juzgar por lo que yo he visto en mi tierra. Dicen que en el Perú y en Méjico había mayores medios, porque era más numerosa la gente.

Usted es un ratón madrileño, más tuno que los ratones de la aldea, ¿verdad? Y al decir esto, sin cesar de reír con malicia burda, entró en el molino, dejó en el suelo un gran cesto que traía sobre los hombros, y se puso a trastear por la estancia. Sacó maíz de un fuelle, lo midió, lo vertió en el cesto, anduvo con el mecanismo de las ruedas y ejecutó otras maniobras.

Tuestan el maíz hasta que se hace carbón, y después bien pisado ó molido le ponen á cocer en unas grandes calderas ó paylas de barro, y aquella agua negra y sucia que sacan, es toda la composición de la chicha, de que ellos gustan tanto que gastan buena parte del día en brindis, no durando el trabajo en el campo sino desde la mañana hasta el medio día; mas aunque prometieron ellos dejar sus antiguas diabólicas supersticiones, no las olvidaron tan fácilmente.

Cuando yo le hablo del asunto mueve la cabeza con incredulidad. «Pero si todo el mundo lo dice», agrego yo. Y él responde: «En nuestro país, todo el mundo es el Presidente». Y no dice más. Se encierra y se pone a leer unos libros muy grandes en que hay pintadas plantas de trigo y de maíz, ovejas, vacas y caballos, arados y máquinas. Bueno, Marianela, me voy.

Por la mañana había ido con Rafael a un castañar en busca de hoja para lecho del ganado; después había estado en el molino limpiando centeno; así que comió tuvo que ir a la Formiga, lugar bastante alto de la misma parroquia, por un celemín de maíz para molerlo. ¡Qué lástima que yo no lo hubiese sabido! ¿Para qué? Para acompañarte.

La abundancia de víveres que habia reinado hasta entónces, gracias á la buena pesca y á la caza, nos fué abandonando poco á poco; pues la selva iba siendo cada vez mas desierta, y por otra parte, la pólvora que yo llevaba alterada sin duda por la humedad, se habia puesto inservible; por manera que bien pronto la falta de caza nos redujo al pescado sin sal por todo alimento, y mas tarde á unas pocas espigas de maiz que nos proporcionaron los Yuracarees, y á los palmitos que pudieron derribar mis indios.

Y se oyó el ruido discreto de un balcón que se cierra con miedo de turbar el silencio de la noche. Pisando quedo, entró don Fermín en su alcoba. Detrás del tabique oyó el crujir de las hojas de maíz del jergón en que dormía Teresa, y después un suspiro estrepitoso. El Magistral encogió los hombros y se sentó en el lecho.

A un lado, y metidas en sendos cajones bruñidos por el uso, estaban las tres piedras moledoras que daban vueltas triturando el maíz o el centeno y arrojando por intervalos iguales un copo de harina en el cajón. Andrés pasaba dulcemente las horas en aquel recinto.

Palabra del Dia

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