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Actualizado: 21 de junio de 2025


19 Y dije a los principales, y a los magistrados y al resto del pueblo: La obra es grande y larga, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos los unos de los otros. 20 En el lugar donde oyereis la voz de la trompeta, reuníos allí a nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.

Aquel mismo año en que Fortunato lo había hecho tan mal, en concepto de los señores magistrados, se lució en su sermón de viernes el sinuoso Arcediano. Ya lo anunciaba él muchos días antes. «Señores, no llamarse a engaño; a hay que leerme entre líneas; yo no hablo para criadas y soldados; hablo para un público que sepa... eso, leer entre líneas». La musa de Glocester era la ironía.

Habiéndose vuelto tan etéreo, habiendo sus admiradores hecho su apoteosis, ¿pisaban sus pies el polvo de la tierra cuando iba marchando en la procesión? Mientras las filas de los hombres de la milicia y de los magistrados civiles avanzaban, todas las miradas se dirigían al lugar en que marchaba el Sr. Dimmesdale.

Muchos chuetas, funcionarios del Estado en la Península, militares, magistrados, hacendistas, al volver a Mallorca encontraban que el último mendigo se consideraba superior a ellos, y al creerse molestado prorrumpía en insultos contra sus personas y sus familias. El aislamiento de este pedazo de España rodeado de mar servía para mantener intacta el alma de otras épocas.

En don José, que era un español a la antigua y para quien no había profesión seria sino refrendada por un título académico, influyó mucho el recuerdo de la respetabilidad que a sus ojos tuvieron los oidores y magistrados de chancillerías y audiencias mientras él andaba de provincia en provincia como humilde empleado.

Varios pajecillos pasaron moviendo altos abanicos de plumas blancas para que ningún insecto viniese á molestar á los cinco magistrados supremos de la República. Después fueron desfilando éstos uno por uno, pero no á pie, sino en cinco literas llevadas á hombros por hijos de personajes influyentes, pues tal honor representaba el principio de una gran carrera administrativa.

Había cuatro o cinco Peces entre los oficiales generales del ejército, todos con buenos lotes en direcciones o capitanías generales. Los magistrados y jueces y promotores fiscales del género Pez se contaban por centenares, distribuidos en toda la España.

Hay que decir: «Hasta aquí llegó la cosa»..., y palante... Yo diría a los jueces, escribanos, alguaciles, magistrados y demás pillería: «¿Queréis almorzar? Pues ahí tenéis la azada, el arado, el escoplo o lo que más os convenga. Pero con papeles no se come aquí, señores...». ¿Que no querían? Pues hacia un estanque de tinta, los ahogaba en él..., y palante.

Que al Exmo. Cabildo le sea facultativo nombrar Presidente y mas vocales, si lo tuviere por conveniente; teniendo la debida consideracion al mérito y circunstancias del Exmo. Sr. Virey, y magistrados subalternos, y sobre todo á los que contemple mas capaces de desempeñar el cargo. Que tiene tambien por conveniente, y aun necesario, que el Sr.

Mantoux sirvió a la mesa y aun cuando se esforzó en oír la conversación, el nombre de la señora Chermidy no fue pronunciado. Se comió en familia, con un solo invitado, el señor Stevens. La señora de Villanera le preguntó si la ley inglesa permitía a los magistrados expulsar a los vagabundos sin otra forma de proceso.

Palabra del Dia

rigoleto

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