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Actualizado: 19 de junio de 2025
Nos atrevemos á suponer que tali, de sonido semejante á tolo, se aplicó á esta moneda, no por la circunstancia que supone mi citado maestro, sino porque su valor es el de tres wang, siendo el wang, según H. C. Milliers, una moneda indígena. APAT, cuatro. La primera letra de esta voz es lo único que queda de la partícula enunciativa sa, de modo que una forma más antigua en tagalog sería sa-pat.
Nadie sabe como él llevar una carta a su destino, y, según los casos, dejarla precipitadamente o lograr en seguida la contestación. Es maestro en negar o permitir oportunamente la entrada a las visitas, y en cuanto a intervenir y ser ayudante y, tercero en aventuras e intrigas amorosas, no hay Mercurio ni Celestina que le aventaje.
En la puerta iba ya el relojero, y todavía le estaba diciendo el maestro de música malas palabras: «¡traidor! ¡venal! ¡chino espurio! ¡espía de los tártaros!» Porque estos maestros de música de las cortes no quieren que la gente honrada diga la verdad desagradable a sus amos.
Tanta fe tenía el enfermo en las palabras de aquel insigne maestro, que no dudaba de la veracidad del pronóstico. Después del 20, la cauterización, que se hacía ya con sulfato de cobre, era menos dolorosa, y el enfermo podía estar algunos ratos sin venda en la habitación más oscura, pero sin fijar la atención en objeto alguno.
Treinta y tres veces seguidas cantó la misma tonada sin cansarse, y el maestro de música y la corte entera lo hubieran oído con gusto una vez más, si no hubiese dicho el emperador que el vivo debía cantar algo. ¿El vivo? Lejos estaba, lejos de la corte y del maestro de música. Los vio entretenidos, y se les escapó por la ventana.
No habían sonado aún las doce campanadas de mediodía cuando Vargas Orozco mandó en busca de su discípulo. Sentáronse en un escaño de la sala capitular. Ramiro escuchó a su maestro con la sumisión acostumbrada. Vivaz, enérgica, perentoria fue la consigna.
Las más famosas reliquias pedidas a los conventos y a otras familias de la ciudad y puestas en contacto, desde un principio, con la misma carne reabierta, habían resultado impotentes. Dos veces recibió Ramiro la Extremaunción, administrada por su primer maestro, el viejo fraile franciscano. Doña Guiomar le daba ya por perdido.
Al domingo siguiente, cuando don Cándido subió a desayunarse, luego de decir misa, oyó asombrado el rumor que al trabajar producían los picapedreros, y frunciendo el entrecejo, murmuró: «¿Hoy también?» La escena que siguió fue igual a la ocurrida ocho días antes. Llamó al maestro, le reprendió más duramente, fue a la alcoba, y dio el dinero para que el taller se despejara.
¡Las latas que me dan estos muchachos exclamó Maltrana y las que me darán, para evitarse el pago de un maestro!... Han bajado en Tenerife únicamente para comprar libros españoles, y pasan las horas con ellos, rumiando las breves lecciones tomadas en Berlín.
Ya hemos dicho que el grumete no soltaba una palabra; y cuando el maestro Zeli se detuvo para tomar aliento. Grano de Sal repitió con un aire más humilde que de costumbre: El desayuno le... ¡Ah! ¡el desayuno! exclamó el contramaestre encantado de hacer caer su furor sobre alguien ; ¡ah! ¡el desayuno! ¡Toma, perro!
Palabra del Dia
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