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Sería menester relatar también cómo los guerreros de Abu Hafáz, después de saquear algunos lugares de la isla, quisieron abandonarla para no tener que luchar con el ejército del emperador de Grecia; y como Abu Hafáz, precediendo en esto a los catalanes en Galípoli y a Hernán Cortés en México, hizo incendiar las veinte naves, para que no quedase otro recurso que vencer o morir a la gente de armas que llevaba consigo.

Pero las ruinas más bellas de México no están por allí, sino por donde vivieron los mayas, que eran gente guerrera y de mucho poder, y recibían de los pueblos del mar visitas y embajadores.

En Uxmal son muchas las ruinas notables, y todas, como por todo México, están en las cumbre de las pirámides, como si fueran los edificios de más valor, que quedaron en pie cuando cayeron por tierra las habitaciones de fábrica más ligera.

Pero los indios de México jugaban al palo tan bien como el inglés más rubio, o el canario de más espaldas; y no era sólo el defenderse con él lo que sabían, sino jugar con el palo a equilibrios, como los que hacen ahora los japoneses y los moros kabilas. Y ya van cinco pueblos que han hecho lo mismo que los indios: los de Nueva Zelandia, los ingleses, los canarios, los japoneses y los moros.

Hice la promesa requerida, y con una sonrisa muy triste, nunca he visto en la cara de un hombre una sonrisa más triste, dijo el Dr. Idiáquez lentamente: Los glóbulos marcados "A" se componían de agua y azúcar; los marcados "B" de azúcar y agua. La familia Hernández de Sandoval, opulenta hace diez años y hoy casi en la miseria, era una de las más respetables de la ciudad de México.

En agosto de 1690 hizo su entrada en Lima el excelentísimo señor don Melchor Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la Monclova, comendador de Zarza en la Orden de Alcántara y vigésimo tercio virrey del Perú por su majestad don Carlos II. Además de su hija doña Josefa, y de su familia y servidumbre, acompañábanlo desde México, de cuyo gobierno fué trasladado a estos reinos, algunos soldados españoles.

De ese lado de México, donde vivieron todos esos pueblos de una misma lengua y familia que se fueron ganando el poder por todo el centro de la costa del Pacífico en que estaban los nahuatles, no quedó después de la conquista una ciudad entera, ni un templo entero.

Ya no te acordarás de cómo son las misas de aguinaldo.... No son como antes, ¡cuándo! pero verás cómo te gustan. ¿Qué allá en México no hay misas así? Mientras mi tía hablaba, Angelina puso en orden las cosas de las mesas; cerró cajas y cajitas; las alineó en un extremo, recogió los alambrillos dispersos y tapó el cacito del engrudo para que los ratones no hicieran de las suyas en él.

Yo desde hace tres años he hecho que uno de los chicos de la escuela recite, después del banquete de esta noche, una de estas buenas composiciones poéticas españolas, en lugar de los malísimos versos que había costumbre de recitar y que se tomaban de los cuadernitos que imprimen en México y que vienen a vender por aquí los mercaderes ambulantes.... De este modo, los niños van enriqueciendo su memoria con buenas piezas, que se hacen después populares, y se ejercitan en la declamación, dirigidos por mi amigo y su maestro, que es muy hábil en ella.

Al principio he encontrado resistencias, provenidas de la costumbre inveterada, y aun del amor propio de las mujeres, que no querían aparecer como perezosas, pues aquí, como en todos los pueblos pobres de México, y particularmente los indígenas, una de las grandes recomendaciones de una doncella que va a casarse es la de que sepa moler, y ésta será tanto mayor, cuanta mayor sea la cantidad de maíz que la infeliz reduzca a tortillas.