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Actualizado: 7 de junio de 2025
Un lunar con pelo en la parte inferior de la cara daba a nuestra recién llegada un aire picaresco de coqueta retirada. Acompañábanla dos muchachas de aspecto poco distinguido, pero llenas de arrumacos y perendengues, con unos cuerpos bien trazados, y unos bustos en los cuales la Naturaleza o el arte habían abusado con cierta insolencia de una inclinación marcada a la exuberancia.
Sólo que los movimientos combinados de la rotación terrestre y lunar hacen que en realidad el cono de sombra se pasee por gran parte de la superficie de la Tierra, describiendo esta superficie una curva oscura. Las mismas observaciones se aplican á la penumbra.
¡Toca! decía mostrándole la sarta de perlas unida casi siempre á su cuello. Estos granos de resplandor lunar eran para ella animalillos vivientes, criaturas que necesitaban el contacto de su piel para alimentarse con su jugo. Se impregnaban de la esencia del que las llevaba: bebían su vida.
Tenemos, pues, dos enormes masas de agua sobre la superficie terrestre, de las cuales una mira a la Luna y la otra ocupa la parte de la Tierra opuesta a la atracción lunar. Comprendo, tío; pero las mareas cambian. Ahora suben aquí y dentro de seis horas lo hacen en otra parte del globo. Eso depende de la rotación de la Tierra.
Su forma es circular; pero de una curvatura menos pronunciada, circunstancia fácil de prever y que el cálculo confirma, puesto que el diámetro de la sombra de la Tierra es casi tres veces tan grande como el diámetro lunar. Forma y dimensión de la órbita lunar.= La órbita de la Luna no es circular; su forma es la de una elipse en uno de cuyos focos se hallara la Tierra.
Eclipse de Luna; condiciones de posibilidad.= Los eclipses de Luna pueden ser también parciales ó totales; pero nunca anulares, porque el cono de sombra de la Tierra tiene siempre, aún en las mayores distancias á que puede hallarse el satélite, dimensiones mucho más considerables que el disco lunar mismo.
Aquí, en donde el monarca se inclinaba sobre su trono de oro, el ágil y silencioso lagarto se desliza como un espectro hacia su casa de mármol, al pálido resplandor del creciente lunar. Pero, oíd.
Me parece que aún estoy viendo a aquella respetable cuanto iracunda señora con su gran papalina, su saya de organdí, sus rizos blancos y su lunar peludo a un lado de la barba. Cito estos cuatro detalles heterogéneos, porque sin ellos no puede representársela mi memoria.
Luego añadió, con un acento de infantil ligereza que contrastaba con su máscara trágica y el brillo lunar de sus ojos: Mira, en vez de irte a América, de escribir versos y todas esas ambiciones de judío que te vienen de pronto por ganar dinero debías ser uno de éstos; albañil, por ejemplo: no, albañil no; podías caerte de un andamio, ¡pobrecito mío!... Carpintero; eso es; o ebanista... Ebanista mejor.
La última luz del crepúsculo agonizaba, pero ya el alba lunar aclaraba el oriente. Reinaba una calma divina. Y en esa divina paz, en el silencio augusto, Roberto Vérod se oprimía la cabeza con las manos para tratar de apaciguar la tempestad que lo conmovía. Su razón vacilaba ante la idea de no haber sabido inspirar al juez su propia certidumbre. ¿Por qué no había estado más convincente?
Palabra del Dia
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