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Y empezaron los peces a saltar, primero un lucio como de una vara, luego una carpa, radiante como el oro, luego dos truchas, y un mundo de meros. Masicas abrazó a Loppi, y lo volvió a abrazar, y le dijo: «¡leñadorcito míoYa ves, ya ves, Loppi, lo que nos sucede por haber oído a tu mujer y salir temprano a buscar fortuna.

Un Lucio, en los derechos graduado, Amigo mas del tuerto que el derecho, Al Arzobispo trajo alborotado, Con su mala intencion y duro pecho. Del Cabildo del Cuzco es abogado, Y piensa mejor hacer así su hecho: El Concilio rescinda, le decia Al Arzobispo, que así le convenia.

Sin enojo oyó Morsamor las amonestaciones de Tiburcio, pero no atendió a sus consejos y siguió pretendiendo y rindiendo culto a doña Sol de Quiñones. En las justas figuró con brillantez y lució la empresa que él mismo nos ha descrito. Hubo en palacio otra magnífica fiesta.

Yo lo tengo en imperdible añadía Amalia Amézaga, señalando a otro marrano no menos lucio, que hozaba entre los encajes de su corbata. ¡Válgame Dios! ¡qué moda más fea! exclamaba Luisa Natal, hermosura próxima al ocaso, y muy atenta a no usar perifollo alguno que su belleza no realzase . Yo no me pondría semejantes bichos; ¡se acuerda uno del mondongo! ¿verdad, condesa?

Arco hubo en esa fiesta cuyo valor se estimó en más de doscientos mil pesos, tal era la profusión de alhajas y piezas de oro y plata que lo adornaban. La calle de Mercaderes lució por pavimento barras de plata, que representaban más de dos millones de ducados. ¡Viva el lujo y quien lo trujo!

25 Y Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén cumplido su servicio, tomando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos. 1 Había entonces en la Iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, y Simón el que se llamaba Niger, y Lucio Cireneo, y Manaén, que había sido criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.

Alza tu vista al cielo Y admira ese diamante, Que brilla rutilante Sobre tu blanca sien: Amiga, esa es la estrella Que unida á mi destino, Siempre alumbró el camino Que me condujo al bien. Ella es la precursora De las felicidades, Que en mústias soledades Me viene á consolar; La que al venir yo al mundo Lució en el firmamento, Cual si el divino aliento La hiciera allí brotar.

Volvió mejor de lo que fue. Tanto hablar de París, y cuando Barbarita creía ver entrar a su hijo hecho una lástima, todo rechupado y anémico, se le ve más gordo y lucio que antes, con mejor color y los ojos más vivos, muchísimo más alegre, más hombre en fin, y con una amplitud de ideas y una puntería de juicio que a todos dejaba pasmados. ¡Vaya con París!... El marqués de Casa-Muñoz se lo decía a Barbarita: «No hay que involucrar, París es muy malo; pero también es muy bueno».

Por último: el Convento de San Esteban ó de Santo Domingo encierra, entre otros grandes recuerdos, la sepultura del eminente Padre Soto, que tanto lució en el Concilio de Trento.

Los Obispos aquí le requirieron, Que al Concilio presida, como suele, A la iglesia los cuatro se vinieron: Al Lucio le conviene ahora que vele; Entre él y el Arzobispo respondieron. El alma y corazon á todos duele, Por ver tal disencion así trabada Entre Obispos, por Lucio encadenada.