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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Las estrellas brillaban, las olas, al chocar unas contra otras, desprendían tantas luces fosforescentes, que aquella vasta llanura, de un negro sombrío, aparecía casi iluminada por millares de chispas azuladas, y verdaderamente, salvó el levante que mugía más que el trueno, era un hermoso espectáculo.
Y hay que volver al siniestro paseo por la enorme ciudad solitaria... Las luces brillan mortecinas; un perro aúlla en la lejanía. Y cuando, golpeada la tercera puerta, nos han abierto, yo he bajado de la tartana perplejo y asombrado. Sí, sí que hay habitación.
Me pongo en marcha entre el tumulto. Del lado del bosque, el cielo está cubierto de miriadas de luces de colores, cohetes, bombas que estallan en las alturas y caen en lluvias chispeantes, violetas, rojizas, azules, blancas, anaranjadas. Al frente, en el extremo, sobre la multitud que culebrea en la Avenida, la plaza de la Concordia parece un incendio.
Dolly era una mujer demasiado sutil para no tener ocasiones de recibir luces de la naturaleza de aquellas de que había hablado, de modo que no permaneció mucho tiempo sin volver a tratar el asunto.
La plaza de los Carros ya le parecía más habitable y menos triste: pasaban algunas personas, se veían no pocas luces. Miró los letreros de todas las calles que de allí partían, y al fin, llena de alborozo, leyó el nombre de la que buscaba.
No será de más decir que ambos vestían de seglar por las noches, con sendas levitas negras de largo faldón y manga apretada, botas de campana y enormes sombreros de felpa. Un buen cuarto de hora invirtieron antes de llegar a las cercanías del café. Una vez allí, ofuscados por las luces como cándidas mariposas, quisieron caer, y retrocedieron. Lo mejor será esperarle hacia su casa.
Aún cuando la comida principie con luz del día, como para cuando termine habrá oscurecido, es de buen tono correr las cortinas y encender las luces antes de principiar.
Doña Silvia no sólo gobernaba la casa con magistral economía, sino que asesoraba á su pariente en los negocios difíciles, auxiliándole con sus luces y su experiencia para el préstamo.
Evitaré los sylogismos, porque qualquiera se los podrá formar facilmente. Por revelacion entiendo la voz de Dios comunicada por sí misma á los hombres. Dos son las luces que Dios ha dado al hombre: la una natural, la otra sobrenatural.
Las primeras luces del día no hicieron, sin embargo, otra cosa que aumentar su tristeza. ¡Ayer! ¡Desde ayer le había estado esperando! Deseaba salir fuera y correr, preguntando á todos por el desventurado joven. Abrió el balcón, miró á la calle, creyendo que iba á verle pasar, y examinó á todos los transeúntes.
Palabra del Dia
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