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Actualizado: 21 de mayo de 2025


El réprobo se dejó ir aún un instante, hizo apagar todas las luces, y se puso al pairo a medio tiro de fusil del guardacostas, que continuaba disparando, y cuyos tripulantes, atentos, estaban agrupados sobre los empalletados. Se oían perfectamente las voces de Santiago y del valiente Massareo.

Vea, José dijo Melchor, dirigiéndose al sirviente de la estancia que les acompañaba con una lámpara en la mano, ponga todo en los baños, prontito, y encienda las luces. , señor. Oiga, José... ¿dónde ha puesto los equipajes? Lo suyo está en su cuarto; los otros los pusimos en la pieza grande.

Deseo ver al señor Paston, el pastor; quizá se haya descubierto algún indicio que haya permitido reconocer que yo era inocente del robo. El señor Paston era un hombre que tenía muchas luces. Quiero conversarle también de la costumbre de «echar a la suerte». También me gustaría hablar de la religión de aquí, porque me inclino a creer que no la conoce. Eppie se puso muy contenta.

Llegáronle a los ojos dos o tres lanternas, a cuyas luces descubrieron un rostro de una mujer, al parecer, de diez y seis o pocos más años, recogidos los cabellos con una redecilla de oro y seda verde, hermosa como mil perlas.

Cuenta ese escrito cómo recibió la Infanta, en su galera la Real, surta en la bahía de Villafranca, una visita del duque de Saboya, añadiendo luego: «Aviendo entendido Su Alteza que el Duque gustaria de una Comedia, mandó á una compañía de Representantes, que yva embarcada en esta Esquadra para Nápoles, representase: hízose la Comedia, que fué de mucho gusto y con mucho lucimiento, muy bien dispuesta la galera con muchas luces y muy buena orden

Los demás barcos iban delante. Pusque lo que menos creíamos era que los casacones habían salido de Gibraltar tras de nosotros y nos daban caza. ¿Ni cómo los habíamos de ver, si tenían apagadas las luces y se nos acercaban sin que nos percatáramos de ello?

Millares de luces rojas, verdes, amarillas, carmesíes, grises y azules ardían dentro de él, poblando el pavimento, la techumbre y las paredes, descomponiéndose en infinitos matices que regocijaban los ojos y los deslumbraban.

Se despegó el vaporcito, alejándose con violento y grotesco cabeceo, semejante a los traspiés de un beodo. El Goethe, con el práctico en el puente, aceleró su marcha, poniendo la proa rectamente a Montevideo. Empezaron a surgir rosarios de luces entre las masas de sombra de la costa.

Jadeantes, miserables, cubiertos de polvo que en lodo convertía el sudor, sentían derretirse sus cerebros, flotar luces en el espacio, manchas rojas en el aire.

Puede que hubiera podido hacerle a usted su horóscopo y el de Luciana... No sabía que era usted nigromántica; de otro modo, hubiera recurrido ciertamente a sus luces sobrenaturales... ¡Ah! ¡Ah! Es usted irónico... se burla usted... Yo no soy, sin embargo, una visionaria, amigo mío, y lo que veo lo veo bien. ¿Y qué ve usted? Una guapa muchacha y un buen mozo. Nada más, por el momento.

Palabra del Dia

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