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Actualizado: 27 de junio de 2025
Por Dios dijo el segundo alcalde , que este mancebo ha hablado bien, aunque ha hablado mucho, y que, no solamente no tengo de consentir que los azoten, sino que los tengo de llevar a mi casa y ayudarles para su camino, con condición que le lleven derecho, sin andar surcando la tierra de una en otras partes, porque, si así lo hiciesen, más parecerían viciosos que necesitados.
Y cierra los ojos un momento, como para despertar de nuevo sus ensueños desvanecidos. Después se apoya en el brazo de Martín y quiere que la lleven a su tienda. Las principales familias del contorno se han hecho levantar allí tiendas especiales, leves cabañas o carpas de lona que les aseguren un abrigo para la noche, porque la fiesta se prolonga de ordinario hasta la mañana siguiente.
Despertó el chiquillo hace poco, y Patros le dio un bizcocho para que se entretuviera... Yo que lo oigo... acudo allá, y me le veo... ¡Virgen...! quiero cogerle, él no se deja... tengo que darle azotes... No. Aguarda. Desde aquí se oyen sus chillidos. ELECTRA. ¡Pobrecito mío! EVARISTA. Que le lleven a su casa. ELECTRA. Nadie le toque... Es mío. Los mismos; JOS
Don Baldomero García dice: «Me parece bien; pero... no muchos coches...; ¿para qué?» Entra el general Guido y le comunican la idea, a que contesta, clavándoles unos ojos tamaños y mirándolos de hito en hito: «¿Coches? ¿Acompañamiento? Que traigan el carro de la Policía y se lo lleven ahora mismo.
Se oía de vez en cuando: «¡Zopenco!»... «no tenéis pizca de educación»... «animal de bellota»... «¿Te figuras que estás en la taberna?» El marinero aguantaba la rociada con los ojos en el suelo. Una voz gritó desde el patio: Que lo lleven a la cárcel. Pero desde la cazuela contestó otra al instante: Que lleven también a Pepe de la Esguila. ¡Silencio! ¡Silencio!
Y si no me respondes á lo que te pregunto, claro, muy claro... mira: mando que traigan aquí mismo una silla de manos, que te metan en ella, y que te lleven á la Inquisición... ¡A la Inquisición!... exclamó trémulo, acongojado, el cocinero mayor. Y allí, encerrado yo contigo, á quien mandaré poner en el potro, te haré pedazos si no me contestas...
CUESTA. Que lleven esta carta al correo. PATROS. Ahora mismo. Mujercita juguetona, ven aquí. ¡Qué dicha tan grande verte! ELECTRA. ¿Me quiere usted mucho, Don Leonardo? ¡Si viera usted cuánto me gusta que me quieran!
De cada veinte se puede afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo que lleven.
Cuidadlo bien, padre, y no temáis ya, repuso la mujer en la misma extraña habla. La verdad es que nos rodea una turba de bárbaros, borrachos muchos de ellos. Cincuenta pasos más, Tita mía, y juro por el bendito San Telmo no poner otra vez los pies fuera de casa hasta que el enjambre éste se halle en Dax ó donde lo lleven los demonios. ¡Cómo empujan y aullan!
Siguió por la calle adelante despidiendo alegría de su rostro fresco; y entrando en la tienda de Sobrino, empezó a ver cosas y a dar sobre todas ellas su parecer, encareciendo unas, desdeñando otras, no harta nunca de ver y de comentar. «Que me lleven esto a casa... Vaya, Sr.
Palabra del Dia
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