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Actualizado: 6 de junio de 2025


Todo era animación y movimiento, todo alborozado y estruendoso júbilo en Lisboa, en la hermosa mañana del día del Corpus de aquel año de 1521, en que el rey Don Manuel cumplía los cincuenta y dos de su edad, celebrando con gran pompa su natalicio.

La etiqueta del Océano sólo existe entre Lisboa y Río Janeiro. En los dos extremos del viaje se puede bajar al comedor con la indumentaria que uno quiera. El protocolo neptunesco no se ofende por ello.

No podía yo tampoco, en Lisboa menos que en parte alguna, porque en Lisboa era muy conocida, intentar, sin peligro de desdenes y de sofiones, penetrar en lo que se llama la buena sociedad y hacer bien el papel de la señora viuda de Figueredo. La melancolía se apoderó de mi espíritu.

El capítulo sobre Portugal será corto: solo conozco Lisboa, que he visitado dos veces. A las cinco de la mañana de un dia clarísimo del mes de julio, entró en la rada de Lisboa el vapor que desde Inglaterra me condujo. La ciudad, acostada todavía en el silencio, ofrecióse á mi vista por el prisma mas bello que tiene.

El célebre Tajo, que un eminente poeta portugues ha cantado con tan rica inspiracion, se tiende humilde y manso á los piés de Lisboa: á juzgar por su riqueza de caudales, imita al poderoso mar en majestad, pero sus tranquilas ondas cristalinas, sin soberbia ni estruendo, confiesan su naturaleza de rio, pero de gran rio.

En el brazo izquierdo llevaba ella un enorme pañolón de seda roja, cubierto de lindas flores prolijamente bordadas en el Imperio Celeste; y, según es uso en Lisboa, lo extendió como colgadura sobre el antepecho del palco.

Después, ella y el Vizconde charlaron muy largo rato y ambos volvieron a sentirse tan amigos como veinte años antes en Río de Janeiro, y como cerca de treinta años antes en Lisboa. Muy lisonjeado estaba el Vizconde al notar el contento y la satisfacción que al volver a verle y al hablar con él sentía la señora de Figueredo; pero el Vizconde no era presumido ni fatuo, sino razonable y juicioso.

Otra Fama celebra la fundación de Lisboa, y explica el nombre de Portugal por medio de una intriga, en que figuran una princesa Lissibea y un príncipe Portugal. A las demás piezas de esta clase cuadra el nombre de farsa, en el sentido que hoy damos á esta palabra.

Economía portuguesa. ¡Qué rápida y curiosa decadencia la de Portugal! La naturaleza parece haber designado a Lisboa para ser la puerta de todo el comercio europeo con la América. Su suelo es admirablemente fértil y sus productos buscados por el mundo entero. En los grandes días, tuvo el sol constantemente sobre sus posesiones. Sus hazañas en Asia fueron útiles a la Inglaterra.

Unos le consideraban vizcaíno, de los que hacían comercio con Francia e Inglaterra; otros portugués, que navega de Lisboa a la Mina; los más le tenían por andaluz y le llamaban Alonso Sánchez de Huelva. Una tempestad había sorprendido barco entre Canarias y Madera, llevándolo hasta una gran isla, que se creyó luego fuese la de Santo Domingo.

Palabra del Dia

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