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Actualizado: 5 de julio de 2025


Pero como había oído al joven quejarse con amargura de que su mujer no lo hiciese, temía dejarla en peor lugar, ofreciéndose a desempeñar esta tarea. ¿Qué quieres que te lea? Con tal que no sea una de esas novelas terroríficas que le encantan a mi mujer, cualquier cosa. Bueno; te leeré el Año Cristiano. ¡No tanto! exclamó él riendo.

Y tendió la carta. Chico, este papel es una sopa. Se ha corrido la letra y no puedo leer. ¡Pluguiera a Dios cegarme, antes de haberla yo leído! Pero ya, ¿qué he de hacer? ¡Ah! Resignarme y perdonar la mano que me ha herido. Apuraré esta copa hasta las heces, y leeré la carta por dos veces. Y leyó la carta a la duquesa.

Pero Gertrudis le suplica tanto, que tiene que acceder a sus deseos. Ven esta tarde conmigo a la presa dice; tengo que hacer allá. Nadie nos incomodará entonces, y te lo leeré siempre que... naturalmente... Y guiña el ojo en dirección al despacho. Gertrudis hace una señal con la cabeza. Se entienden a maravilla.

Cada semana, todos los días si es posible.... Yo también te escribiré.... ¿Me darás tu retrato? ¿Irás a verme? ¡Con qué ansia he de esperar tus cartas! Y las leeré muchas veces, muchas, hasta que me las aprenda de memoria.... Y yo, Linilla, no baré más que pensar en ti; pensar en la muñequita, que estará triste, tristísima, porque ¡vive lejos de su Rodolfo!

Cuando llegamos a casa, al tiempo de separarnos, la hermana San Sulpicio me dijo: Oiga: ¿podría proporcionarme esa novela de que me hablaba? ¿La de Maximina? : pediré permiso a la superiora y al confesor para leerla. Creo que me lo concederán... Y si no me lo conceden, la leeré de todos modos, aunque me cueste una severa penitencia.

Palabra del Dia

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