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Actualizado: 1 de junio de 2025
El cura entró un momento en la alcoba oscura de la sala, y salió empuñando un par de zapatillas como lanchas, que dejó caer con estrépito a los pies de su sobrino. Ahora quítate esa gabardina. ¿Qué gabardina? La que traes puesta, hombre... no vale nada... parece de papel... Te estás muriendo de frío. Andrés comprendió que se refería al jaquette. No, señor, no tengo frío.
Por eso removemos el mundo a nuestro antojo: ya lo ves, los hombres se alzan en armas para defender nuestra causa, la causa de la Iglesia Católica, eterna como la gloria de su fundador. A su seno vendrán los pueblos como lanchas de pescadores que arrolla la tormenta y se acogen al puerto. ¿Para que vosotros les despojéis de su ganancia? Para señalar a las gentes el camino del bien y la verdad.
En aquellos corazones femeninos de cinco a diez años quedó grabado para no borrarse jamás un sentimiento de gratitud hacia el heroico mancebo. Otra vez, años adelante, un día de San Juan, Gonzalo cedió a ella y su familia la balandra para pasearse por el mar, pues los botes y lanchas escaseaban en tal ocasión. Mas ninguna de estas circunstancias engendró el trato entre ellos.
Ni el mismo Marcial sabía a dónde nos dirigíamos. La obscuridad era tan fuerte, que perdimos de vista las demás lanchas, y las luces del navío Pince se desvanecieron tras la niebla, como si un soplo las hubiera extinguido. Las olas eran tan gruesas, y el vendaval tan recio, que la débil embarcación avanzaba muy poco, y gracias a una hábil dirección no zozobró más de una vez.
Cuando el viento riza las aguas, toman el aspecto y el brillo de la mica, y se ve el mar surcado por líneas blancas que indican las diversas profundidades. Lejos, detrás del Izarra, las lanchas pescadoras, negras, parecen inmóviles; algún barco de vela se presenta en el horizonte, y pasa una gaviota despacio, casi sin mover las alas.
Velázquez atajó la disputa llevándose á Frasquito. Todos se despidieron del capitán afectuosamente y de nuevo bajaron la escala, acomodándose como mejor pudieron en las dos lanchas que los habían traído. Una vez en ellas, como el día continuase sereno y el mar sosegado, á uno de ellos se le ocurrió acompañar á la corbeta algún trecho. Se aceptó con regocijo la idea.
A lo lejos, entre las márgenes del río que empiezan a borrarse envueltas en la sombra, vemos venir dos lanchas a vapor.
¿No ves un penacho de humo sobre una mancha negra? ¡Ajáa! Ahorita le guipé... Y ¿no veis más acá unas motitas blancas, como triangulitos de papel? Sí que las veo, respondió Nieves. Pues son lanchas de pescar. ¡Tan allá? ¡Yo lo creo! Y ¿de dónde son?
Algunas veces golpeaban la pared del cobertizo de tal modo que parecía que un puño revestido por un guantelete de hierro llamaba con fuerza. El aspecto del mar iba siendo cada vez peor. Según dijo el atalayero, quedaban aún cuatro lanchas fuera del puerto. Vi cómo se acercaban dos en medio de las olas.
Conforme a lo acordado nos trasbordamos. D. Rafael y Marcial, como los demás oficiales heridos, fueron bajados en brazos a una de las lanchas, con mucho trabajo, por robustos marineros. Las fuertes olas estorbaban mucho esta operación; pero al fin se hizo, y las dos embarcaciones se dirigieron al Rayo.
Palabra del Dia
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