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A la novela, como género predominante hoy en la literatura, ha tocado la mayor parte de esta viciosa corriente. La novela es un género comprensivo que participa de la naturaleza de la epopeya, de la del drama y que no pocas veces también entra en los dominios de la poesía lírica. Tal amplitud permite al escritor una gozosa libertad, que no disfrutan los que cultivan otros géneros más definidos.

Dispénsenos usted, señora, contestó Tragomer; el paso que nos atrevemos á dar cerca de usted es bastante delicado. El señor y yo buscamos á una cantante que anda corriendo el mundo en una compañía lírica, y hemos tenido la idea de dirigirnos al señor Campistrón, que según se nos ha dicho, no tiene rival en esta clase de informes, á fin de saber dónde puede encontrarse ahora esa compañía.

Los príncipes y grandes comenzaron entonces á llamar á su lado á los poetas más distinguidos, y hasta se creyeron honrados cultivando también su arte. Hubo, pues, dos clases de poetas provenzales. Llamábanse trovadores, por oposición á los cantores del pueblo, los poetas no mercenarios que se consagraban al arte de la poesía, y principalmente á la lírica.

El colorido voluptuoso y suave de este cuadro; el vuelo reposado de la lírica que en él se nota; las floridas descripciones de esos tiernos ensueños amorosos; el brillo y la pompa de las fiestas, que se celebran en la corte del rey de Sciros, y, á lo lejos, el estrépito belicoso de los héroes griegos, forma un conjunto harmonioso, que transporta en una especie de éxtasis á quien la lee ó la oye.

Hay más aún: esa lengua galaico-portuguesa, tal vez no fué escrita sólo por portugueses y gallegos, sino también por trovadores de toda España, que la consideraban como lengua elegante y más propia que el castellano para la poesía lírica y de la corte.

Y conste que no aludo a las maravillas que presenta a nuestra vista, a la gracia aérea de la Taglioni, al encanto delicioso de las Elssler, ni al poderoso talento de Nourrit, Talma de la tragedia lírica; no hablo de los magníficos acordes de Meyerbeer, orgullo de Alemania, ni de los ingeniosos e inagotables cantos de Auber, el primero de nuestros compositores, si no tuviera la desgracia de ser nuestro compatriota.

Literalmente, los versos de Andrés Chenier son un centón de trozos traducidos del latín y del griego; pero, infundida el alma de Andrés Chenier, en el centón susodicho y prestándole nueva y poderosa vida, le convierte en manifestación lírica de las ideas, pasiones y creencias de fines del siglo pasado y en base flamante de la gran poesía que ha florecido en Francia en el presente siglo.

No fue sólo la epopeya la que pervirtió la ortodoxia muslímica de los habitantes de Chiraz y de toda su comarca, sino también los cuentos y novelas que después se escribieron, los tratados de filosofía moral harto poco severa, y más que nada, la poesía lírica, consagrada a ensalzar el vino, los amores y toda clase de deleites.

De pronto, en medio de su tristeza, el mismo motivo musical se reavivaba, con la gracia de un hermoso niño que despierta olvidado de la causa que acababa de adormirle llorando; y volvía a su encanto de las primeras notas, ágiles, ligeras, para luego agitar de nuevo en el ritmo sus alas de esperanza. Y otra vez el alma de la idea lírica ascendía cantando, como una alondra.

La lírica artística de este período, tal cual se halla en los Cancioneros de Ramón Lluvia, Juan de Padilla, Íñigo de Mendoza y otros, así como en una parte del Cancionero general, conserva todavía en lo esencial y casi enteramente el estilo antiguo, y sólo tomó nuevo giro en 1504, cuando la conquista de Nápoles estrechó los lazos entre Italia y España.