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Su ambición y sus propósitos no debieron de ser pequeños si los calculamos por la significación del nombre que él como trovador y aventurero de armas tomar había adoptado. Fray Miguel se había llamado Morsamor en el siglo. Sus versos fueron tan malos o fueron tan infelices que no entraron en ningún Cancionero, aunque en muchos Cancioneros abundan los detestables, tontos o fríos.

A la épica, que se había ya desenvuelto en los romances caballerescos; á la lírica, que había dado sus más sabrosos frutos en las obras de los cancioneros y en las de Boscán, Garcilaso, Herrera, Luis de León y otros, debía seguir, según todas las probabilidades, el perfeccionamiento de la tercera forma general de la poesía.

Ya provenga del influjo de los árabes, ya de una inclinación natural del espíritu del pueblo, ello es, que aparecen esas cualidades en los albores de la literatura castellana: hállanse en los antiguos romances; los cancioneros ofrecen numerosos ejemplos, y en la Celestina se observa, que el afán de hacer alusiones y rebuscadas comparaciones se había ya introducido en el siglo XV en el lenguaje ordinario . Téngase además en cuenta, que en los países meridionales se propende á las exageraciones y á las comparaciones disparatadas. ¿No llaman la atención, á quien trata y conversa con españoles, las singulares metáforas é hiperbólicas expresiones, de que usan á menudo en su lenguaje?

La lírica artística de este período, tal cual se halla en los Cancioneros de Ramón Lluvia, Juan de Padilla, Íñigo de Mendoza y otros, así como en una parte del Cancionero general, conserva todavía en lo esencial y casi enteramente el estilo antiguo, y sólo tomó nuevo giro en 1504, cuando la conquista de Nápoles estrechó los lazos entre Italia y España.

El no admirar, por consiguiente, á los poetas de los Cancioneros, debe de consistir, y no hallo otra razón por más vueltas que le doy, en que distan mucho de ser admirables. En cambio, en la vida del más insignificante de ellos, en sus lances de amor y fortuna, hay más poesía, más chiste, más amenidad ó más sublimidad, que en todo el fárrago de sus canciones, glosas y villancicos.

El hombre, cuanto más ignorante, más dichoso... Y lanzaban miradas de abominación al armario de los libros, como si fuese un depósito de maldades, mientras el mueble infeliz seguía guardando en sus entrañas un tesoro de volúmenes inofensivos, regalados en su mayor parte por el Ministerio a instancias del diputado del distrito; versos a la Virgen María, y cancioneros patrióticos; guías para la cría del canario y reglas para lo reproducción del conejo doméstico.

Calderón, al contrario, lleva á su apogeo á este estilo absurdo; junta las sutilezas metafísicas y los alambicamientos más afectados, que, en las poesías de los antiguos cancioneros, apenas dejan lugar á la expresión de los sentimientos naturales, con los pensamientos rebuscados, la redundancia de imágenes y el afán de las antítesis de los marinistas, añadiendo, además, á esto la hinchazón altisonante y el amaneramiento del estilo culto.

Ni Las Cantigas del Rey Sabio, ni cuantos versos hay en los Cancioneros del rey Don Dionis, de Resende, etc., podrían atribuirse por las palabras y las frases mismas á poetas de Portugal ó de Galicia. Por el habla, por lo que dejó escrito, tan gallego es el infante Don Pedro, como es portugués Macías el enamorado.

Párrafos aislados de ese estilo ampuloso é hinchado se encuentran, sin duda, en otros escritores contaminados con el ejemplo de Góngora; pero cierta ampulosidad en la frase, cierta afición al abuso de las imágenes y metáforas, se notan desde época muy anterior en muchos escritores españoles, como en los antiguos cancioneros y en Juan de Mena, como se observa más tarde en Herrera, y, por último, en Lope de Vega.