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Iba saltando sin respeto alguno de sepultura en sepultura, hasta que llegó á una cubierta con una gran lápida en que había grabado un escudo de armas, y se puso á bailar sobre ella. En respuesta á las amonestaciones de su madre, la niña se detuvo un momento para arrancar los espinosos capullos de una cardencha que crecía junto á la tumba.

Hoy mismo, en uno de los muros exteriores del edificio de la Caridad, consérvase una lápida, dentro de dos fustes de mármol rojo, en la cual, en caracteres monacales, está en relieve una inscripción latina del siglo XIII, que perteneció á las Atarazanas y que traducida al castellano dice así: «Séate conocida cosa, que esta casa y toda su fábrica hizo el sabio y claro en sangre don Alonso, rey de los españoles.

Cuando estuve allá la última vez, hablaba el alcalde de ponerle mi nombre a una calle y una lápida al casucho donde nací... Yo no tengo su posición, señor Goycochea, pero he hecho la mía y me ha costado sudarla como a usted. Puedo retirarme cuando quiera; ¡para los hijos que he de mantener!... Pero le tengo ley a mi establecimiento, que empezó siendo una miseria y hoy ocupa un cuarto de manzana.

En una esquina próxima al Colegio de la Compañía leímos en letras de oro y sobre marmórea lápida, que allí vivió el gran poeta Meléndez Valdés. Más abajo descubrimos la que un azulejo denominaba Plazuela de San Benito, la cual, más que plaza, parecía el compás de una Cartuja. Tampoco había allí gente.

No tengo otro sueldo, ni otro patrimonio que mi trabajo personal, mi trabajo de sol á sol como humilde obrero de la inteligencia, y de esta obra he de sacar más de mil duros que habré tenido que gastar para escribirla, y si pudiera ser, para comprar la lápida de mi madre. Medio enternecido y medio lloroso me levanté de aquella piedra, y empecé á dar vueltas por allí.

D. Martin de Argote su sobrino, tambien obispo de Córdoba, fué enterrado en la misma capilla por los años de 1362, y yacen sus despojos bajo otra lápida no menos humilde, con inscripcion igualmente sencilla.

Yacen en ella sepultados varios obispos, pero solo D. Antonio de Pazos tiene delante del comulgatorio una lápida de jaspe rojo con inscripcion que él mismo dictó en vida. Capilla de Nuestra Señora la Antigua. En 1597 la labró el jurado Alonso Cazalla en el ángulo N-E. de la mezquita primitiva anterior al ensanche dado por Almanzor.

Del sepulcro del duque de Medinasidonia solo existe hoy la memoria en una lápida que hay en la pared al lado del Evangelio, con un epitafio que dice: «Aqui yace D. Enrique de Castilla, duque de Medinasidonia, conde de Cabra, señor de Alcalá y de Mora, hijo del muy alto rey D. Enrique II el Magnífico;» y en la inscripcion de la capilla de la Encarnacion, ó de los Sousas, que dejamos ya reproducida.

Cerca de su tumba en una pequeña lápida se lée un epitáfio que dice: Aquí yace la noble señora D.ª Leonor Bocanegra, nieta del adelantado D. Alonso Fernandez, señor de la casa de Montemayor. Habia en esta capilla fundadas doce capellanías, y era su patrono el conde de Alcaudete, de cuyo estado fué tambien fundador el famoso adelantado.

Para que tan ilustre nombre pasase a los pósteros, así lo dijo en cabildo pleno el pomposísimo Cicerón, el apellido ilustre del general fué aplicado a todo establecimiento público, escuela, teatro, hospital, paseo, etcétera, etcétera. Una lápida conmemorativa, los villaverdinos se parecen por la epigrafía, señala al viajero la casa en que nació el grande hombre.