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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Materne hizo el disparo; mas cuando puso la culata en el suelo y miró, nada había cambiado. ¡Es curioso cómo la edad acorta la vista! dijo el cazador. ¡Usted corto de vista! exclamó Kasper ; ¡desde los Vosgos a Suiza no hay nadie que pueda hacer un blanco a doscientos metros mejor que usted! El anciano guardabosque lo sabía perfectamente; pero no quería desanimar a los demás.

Era un mundo nuevo dentro del nuestro, un género de caza desconocido, sorprendente, extraño, que los tres cazadores se entregaron a contemplar poseídos de una curiosidad extraordinaria. Pero, satisfecha ésta, así que pasaron cinco minutos, Kasper y Frantz pusieron las bayonetas al extremo de las carabinas y retrocedieron unos veinte pasos en la espesura.

¡Un momento, amigo mío! No se trata ahora de despachar a nadie; se trata de ver lo que pasa. Frantz y Kasper llevarán armas; pero , como te conozco, vas a dejar aquí la carabina, el cuerno de la pólvora y el cuchillo de monte. ¿Y por qué? Porque tienes que entrar en poblado, y si te cogen con armas te fusilarán inmediatamente. ¿Me fusilarán? Desde luego.

Frantz y Hullin, a la izquierda, observaban la meseta; Kasper y Jerónimo, a la derecha, exploraban el valle; Materne y los hombres de la escolta rodeaban a las mujeres. ¡Cosa extraña!

Mañana, a primera hora, comenzaremos la tala. Hullin quedose un momento hablando con Materne y sus hijos Frantz y Kasper, advirtiéndoles que la batalla seguramente comenzaría en el Donon y que se necesitaban por este lado buenos tiradores, lo cual fue oído por aquéllos con gran complacencia.

Frantz y Kasper irán a su encuentro, le vendarán los ojos al pie de la peña y le conducirán aquí. Nadie hizo observación alguna, y los hijos de Materne, cruzándose la carabina en bandolera, se alejaron bajo la bóveda en espiral. Al cabo de diez minutos los cazadores llegaron adonde el oficial estaba, hablaron con él breves momentos, y los tres empezaron a subir al Falkenstein.

Frantz y Kasper se acercaron andando de rodillas, y, ¡cosa singular!, Hullin, hundiendo la mirada en las tinieblas del lado de Falsburgo, creyó ver el chisporroteo de unos disparos, como si se tratara de hacer una salida de la plaza.

Materne, desde lo alto de la roca, estuvo escuchando un momento; después, alegremente, dijo: ¡Se han marchado!... Pues bien...; vamos a ver. , Frantz, quédate aquí... por si volviera alguno... A pesar de la advertencia, los tres bajaron adonde se hallaba el caballo. Materne cogió acto continuo la brida, diciendo: ¡Bien, amigo mío!; ahora te enseñaremos a hablar francés. ¡Vámonos! dijo Kasper.

Era un homicida, al que había faltado una ocasión para el desarrollo de sus facultades. ¡Interesante la familia Kasper con sus variados productos del cruzamiento razas!... ¡Ay! Si me amases de verdad... continuó ella, implorándole con sus ojos . que eres capaz de echarte al mar por , podías hacerme feliz con mucho menos... Di, mi viejo, ¿quieres hacer algo que yo te pida?...

Kasper, con la mano apoyada en el cañón de la carabina, parecía muy contento de su cacería, y Materne, frotándose las manos, decía: Yo estaba seguro que les traería a ustedes algo; nosotros, lo mismo mis hijos que yo, nunca volvemos con las manos vacías. En fin, ahí está.

Palabra del Dia

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