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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Vuestro tío no habría consentido en tomar el mando de una almadía. ¡Eh, Van-Horn! gritó en aquel momento el Capitán, que seguía en el timón . ¿No te parece que el junco está algo tumbado de estribor?
Nuestra bomba no basta para desalojar el agua que entra. Subió a cubierta. La noche había cerrado y el golfo de Carpentaria ofrecía un espectáculo horroroso. Altas olas, con las crestas cubiertas de blanca espuma, iban hacia el Sur con terribles mugidos, rompiéndose impetuosamente contra los costados del junco.
Dió una última mirada a la casa, y marchó más aprisa; atravesó la plaza de la Victoria, y desviando sus ojos de la Bolsa, bajó la barranca que lleva a la estación y entró en los descuidados jardines del paseo de Julio; en un banco apartado descansó un rato, dando vueltas en sus manos al junco, y en su cabeza a la idea de suicidio, que le dominaba.
Erguido sobre el castillo, con el cabello y la larga barba sacudidos por el viento y las manos en la caña del timón, guiaba valientemente el buque. Van-Horn le dijo el Capitán acercándose ; el junco se hunde bajo nuestros pies. El salvaje, antes de irse, abrió un boquete en la obra viva y el agua tiene inundada la bodega. ¡Ah, pillo! Y ¿qué pensáis hacer, señor?
Maltrana pensaba en las altas horas de la noche, horas de misterio y de silencio, cuando todos estos armatostes de madera o junco, ventrudos, echados atrás con orgullo y ostentando la fe de bautismo en lo alto de la testa, se quedaban solos bajo la fría luz de las ampollas eléctricas, teniendo enfrente las tinieblas del mar.
En pocos minutos el junco, que navegaba ahora con gran velocidad, pues se había levantado un recio brisote del Oeste, dobló la punta peñascosa que el Capitán había indicado, y entró en una gran bahía rodeada de escollos coralíferos, y cuyas márgenes descendían dulcemente hasta el mar. ¿Es aquí? preguntaron los dos jóvenes.
Pues vete a tu puesto, y en cuanto a nosotros, pongamos manos a la obra. Los cuatro bajaron a la estiba y fueron trasladando los barriles al pie de la escotilla para subirlos después a la cubierta. Habían separado apenas tres, cuando advirtieron que todo el lastre estaba mojado. ¡Calle! exclamó el Capitán . ¿Qué quiere decir esto? ¿Se ha roto algún barril o hace agua el junco?
Durante la primavera y el verano reuníanse los Cuarenta y cinco en el vestíbulo de la sociedad y parte de la calle, sentados en sillones de junco, a esperar los telegramas de las corridas. Creían poco en las opiniones de la prensa; además, necesitaban conocer las noticias antes de que saliesen en los periódicos.
¡Eeeeh!... ¡Entra, Morito! Fue un berrido espantoso el del Pescadero para que entrase el toro, excitando con estos gritos y con furiosas patadas en la tierra sus entrañas de aire y de junco y su testuz de paja.
Cuando un criado abrió la puerta de la casa que da a un patio abierto, se encontró cuatro cestitas de junco llenas de quesos, panecillos de manteca hechos en forma de zuecos y avellanas. Los pastorcillos que habían dejado allí aquellos regalos, se escondieron y pudieron oír también nuestras exclamaciones de asombro; misterio por misterio, ofrenda por ofrenda.
Palabra del Dia
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