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Actualizado: 8 de junio de 2025


Ella también tenía su hombre en el ejército y le preocupaban los asuntos propios. «¿Dónde estará? se preguntó Julio durante el día . ¿Por qué desea que ignore su paradero?...»

En época más remota honró sobremanera a Dello el florentino, D. Juan II de Castilla; y lo mismo hicieron Francisco I con el Vinci, Julio II con Miguel Ángel, León X con Rafael, María de Médicis con Rubens, y la villa de Amsterdam con Rembrandt.

¡Casada, también! me contestó, y su aliento me embriagó el rostro. Aquella mujer estaba enloquecedora en aquel momento. La noche, aunque de julio, era tibia, y los balcones que dan a la calle del Perú, estaban entreabiertos: nosotros estábamos sentados cerca del tercer balcón.

Miraba esto Fortunata, cuando de repente... ¡ay, Dios mío!, vio a su marido; era él, Maximiliano, que entraba en la plaza por el arco del 7 de Julio, y tuvo que retroceder saltando más que de prisa, porque el chorro de agua le cortó el paso.

Muy cerca de la villa se extiende el campo desigual donde tuvieron lugar el 16 y 19 de julio de 1808 el combate y la famosa batalla de «Baylen», que fueron las bases de la independencia española en la lucha contra Napoleón.

9 de julio. Me encuentro triste y abatida, y no a qué atribuir esta situación. Acaso es producida por la ausencia de mi marido. En este miserable mundo, la cosa más insignificante hace cambiar la felicidad; nuestros cuerpos son en extremo impresionables...

Pero entretanto había que hacer economías, y si Minghetti permaneció en el hotel Principal, aunque tampoco pagaba bien, por privilegio misterioso tolerado, Serafina y Julio tuvieron que reducirse a instalar sus personas y baúles en la mediana hospedería que, con el nombre de Fonda de la Oliva, sustentaba, con grandes apuros, el dueño del vetusto café del mismo nombre.

Su amor había adquirido la majestuosa importancia del hecho consumado, y fué á refugiarse de cinco á siete en un quinto piso de la rue de la Pompe, donde tenía Julio su estudio de pintor.

Todavía en aquellos tiempos se dormía la siesta, y al día siguiente de aquel 16 da Julio fue cuando la Providencia dispuso que el Gobierno durmiera una siesta célebre.

Ahora, he aquí la carta de mi amiga Rosalía: «Los Carpinchos», julio 15 de 1916. Queridísima Marianela: No te puedes figurar cuánto te recuerdo desde este retiro de «Los Carpinchos» donde voy pasando el invierno, si no como en la gloria, por lo menos como en el limbo, que es el lugar intermedio entre la gloria y el infierno. No hay que ser ambiciosa, queriendo alcanzar el cielo de un solo golpe.

Palabra del Dia

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