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Al mismo tiempo escucharon arriba rumor de pasos y una voz áspera que dejaba escapar terribles interjecciones y amenazas. Cuando los pasos tomaron la dirección de la escalera, Rosa exclamó acongojada: ¡Que me mata mi padre, D. Andrés; que me mata mi padre! Y con rápido movimiento se echó fuera de casa, arrastrando consigo al joven.

Alguna vez la interrumpía con frases del mismo jaez que las que la doméstica usaba, en más de una ocasión, acompañadas de interjecciones que aquélla no se atrevía a pronunciar. Contaba que el día anterior había tropezado en la calle con Moratini, y que el famoso torero le había dicho al pasar: "Recuerdos a tu ama". Al mismo tiempo la maligna doncella miraba de reojo al duque.

Charlamos; es decir, nos dirigimos uno al otro frases a medias palabras al uso campesino, esas interjecciones casi indias, breves y rápidas como las postrimeras chispas de los consumidos sarmientos. Al fin, pónese de pie el guarda, enciende la linterna, y piérdese su paso perezoso en la calma y obscuridad de la noche silenciosa...

Tampoco me sería lícito, ni conveniente, la reproducción de ciertas interjecciones indispensables para el colorido, ni podrían pasar muchas comparaciones, llenas, por otra parte, de gracia y de verdad. Suplan, pues, esta omisión con su propia memoria aquellos de mis lectores que conocieron el tipo, y los que no, perdónenmela en gracia del motivo que me obliga á incurrir en ella.

Pero en aquel instante salió de una de las ventanas de la casa y voló por el aire el sombrero, cayendo enmedio de la carretera, esto es, cerca de los clérigos. Al mismo tiempo una voz ruda dijo, acompañándolo de varias interjecciones: Toma la teja, ladrón. Si vuelves por aquí, te vas sin las orejas. El P. Norberto se apresuró a recogerla del suelo y echó a andar.

En el circo ninguno es indiferente, y los partidos se multiplican hasta la extravagancia, Cada cual tiene su espada, su picador, su torero y su toro predilecto. Los propósitos, los dichos, los epigramas y las interjecciones gordas se cruzan; las miradas son fulminantes, los gestos y movimientos dan la idea de la fiebre unida á la rabia.

Santiago se desprendió bruscamente de los brazos de su hermano y comenzó a gritar salpicando sus palabras con fuertes interjecciones: ¡Un coche, un coche! ¿no hay un coche por ahí?... ¡maldita sea mi suerte!

El indomable teniente paseó largo rato su furor por las calles, animando con vivas interjecciones a sus huestes, lanzándolas en persecución de los rebeldes como un cazador lanza su jauría en persecución de un venado.

Santiago se desprendió bruscamente de los brazos de su hermano y comenzó a gritar salpicando sus palabras con fuertes interjecciones: ¡Un coche, un coche! ¿no hay un coche por ahí?... ¡maldita sea mi suerte!

Bajó Fortunata los peldaños riendo... Era una risa estúpida salpicada de interjecciones. «¡A , decirme...! Si no me echan, la cojo... le levanto... pero no , no recuerdo bien si le arañé la cara. ¡A decirme! Si le pego un bocado no la suelto... Ja, ja, ja...». Le temblaban tanto las piernas, que al llegar a la calle apenas podía andar.