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Actualizado: 20 de mayo de 2025


El inspector manifestó que se veía en la necesidad de conducir la agresora a la prevención y tomar el nombre de los presentes. Entonces todos intervinieron con ruegos para que dejase a la Amparo libre, respondiendo ellos de las consecuencias. El inspector se negó resueltamente.

Iriondo describía su influencia extendiéndose á todo lo que estaba bajo la dirección de Sánchez Morueta, á las fábricas, las fundiciones y hasta los barcos. Sin respeto á su cargo de inspector de navegación de la casa, le hacían despedir á marinos viejos que llevaban muchos años al servicio de Sánchez Morueta, y admitir á otros jóvenes que, apenas tomaban posesión de su camarote, pegaban frente á la litera una imagen del Corazón de Jesús.

Abrió la lavandera su desdentada boca y rióse desvergonzadamente; después fijó sus maliciosos ojos en el rostro del inspector general y exclamó: ¡Pardiez!... Tiene a quien parecerse... También usted, señor Delaberge, también usted era un excelente muchacho en la época en que nació ese niño... Delaberge se estremeció.

Por último, cogiendo al banquero por la solapa de su gabán de pieles, le dijo atropellándose por la ira: Por supuesto; esos dos puercos, el empleado y el inspector, quedarán a escape cesantes. Veremos, veremos respondió el duque, inquieto y confuso. Ya está visto. Hasta que me traigas su cesantía no te presentes en mi casa, porque no te recibo. #Los amores de Raimundo.#

No bromees... Nada, tienen que ver con nosotros las conveniencias jerárquicas... Háblame ahora mismo de o voy a pedir albergue a la hospedería. Te obedezco contesta el inspector provincial y queda con ello más a sus anchas.

Duras, pero exactas... Veamos: yo tengo el derecho de cortar leña en Val-Clavin y los campesinos de Val-Clavin tienen también el derecho de pastos... Y a cambio de todo esto se nos ofrece un terreno impropio y muy lejano... ¿Se puede a esto llamar justicia? Señora interrumpió complacientemente el inspector general, la felicito a usted, pues trata el asunto como un verdadero jurisconsulto.

El forastero se llegó a persuadir de que estaba en Jauja, y entonces descubrió que era un inspector del Gobierno, que venía a ver las ocultaciones de riqueza que había en los pueblos, sobre todo en lo tocante a subsidio industrial. El pánico en Villafría fue espantoso.

Sus maneras provocativas, sus alegres palabras y sus encendidas miradas, trastornaban a los hombres. Tenía la reputación de ser un tanto ligera y el inspector general recordaba que durante dos o tres meses había dado muchísimas vueltas en torno de él, encaprichada y dispuesta sin duda a concederle el beneficio de sus gracias.

El perdulario vaciló un instante, pero al fin se decidió a prestarle aquel servicio, contando sacar de él buen partido. La herida fué conducida a la casa de socorro en el coche de Pepe Castro, acompañada por León y un guardia. Amparo fué al Gobierno civil en su propio carruaje, con el inspector y Manolito Dávalos, que se lo pidió a éste por favor con lágrimas en los ojos.

Precisamente se dirigía ella hacia Delaberge llevando en una mano la cafetera y en otra una taza que le ofreció. Cuando hubo servido a todos, volvió a sentarse en el canapé, no lejos de Delaberge, quien, de pie todavía, acababa de beberse su taza. Señor inspector le dijo ella, estaría usted muchísimo mejor si tomase asiento.

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