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Actualizado: 30 de junio de 2025
Perseguidos por las injurias que les dirigía el dueño del perro gris, volvieron á entrar en el castillo. ¡No has estado heroico, Bobart, dijo la señorita Guichard con acritud. Nos has dejado insultar, á mi sobrina y á mi, por ese miserable, sin contestar siquiera.
Si tenemos la suerte de que la señorita Guichard arroje rayos y llamas y nos cubra de maldiciones y de injurias, nuestro asunto será bueno ... Pero si se enternece y viene á buenas ... ¡No sé cómo saldremos del lance! ¡Se sale siempre! Sin duda. Pero es preciso salir correctamente ... ¡Dios sabe si he sido paciente, y tranquilo y silencioso, cuando me colmaba de malos tratamientos!
Ha caído en un misticismo extraordinario, hasta el punto de edificar con su piedad al capellán. Si el señor gobernador le dejase libertad para ello y los reglamentos lo permitieran, se haría cura... Nos hemos visto obligados á separarle de los demás penados, que le colmaban de injurias y de malos tratamientos y hubieran acabado por matarle, tomándole por un espía destinado á denunciarles.
Consolado por aquel refresco, respiró con libertad; se creyó dueño de sí. Sin embargo, a los pocos instantes el mismo deseo agudo, candente, volvió a pincharle el cerebro. ¡Oh, tener delante a la infame, vomitarle en el rostro las injurias que su dolor y su indignación habían acumulado durante tres años; luego cogerla así por el cuello y retorcérselo!
Así que, socarrón tamborilero, salid del hospital; si no, por vida de mi santiguada que os haga salir más que de paso." Y con esto comenzó a dar tantos gritos y a decir tantas y tan atropelladas injurias a mi amo que #le# puso en confusión y sobresalto; finalmente, no dejó que pasase adelante la fiesta en ningún modo.
Las más no se acordaban de mí; pero algunas me recibieron con injurias, recordando las proezas de mi niñez y haciendo comentarios tan chistosos sobre mi nuevo empaque y la gravedad de mi persona, que tuve que alejarme a toda prisa, no sin que lastimaran mi decoro algunas cáscaras de frutas lanzadas por experta mano contra mi traje nuevo.
-Retráteme el que quisiere -dijo don Quijote-, pero no me maltrate; que muchas veces suele caerse la paciencia cuando la cargan de injurias. -Ninguna -dijo don Juan- se le puede hacer al señor don Quijote de quien él no se pueda vengar, si no la repara en el escudo de su paciencia, que, a mi parecer, es fuerte y grande.
Cuando los cofrades, obligados al silencio bajo pena de pecado, marchaban solos en la procesión, estos impíos, a quienes el vino quitaba todo escrúpulo moral, colocábanse junto a ellos, murmurando en sus oídos las más atroces injurias contra sus incógnitas personas y contra sus familias, que no conocían.
Luego, cuando se alejaba la escolta, los sentimientos comprimidos se exhalaron en algunas lágrimas histéricas por parte de la Duquesa, en injurias por la de la madre Shipton y en blasfemias que, como flechas envenenadas, lanzaba el tío Billy. Tan sólo el estoico don Jorge permanecía mudo.
La irritaba que nadie pudiera prever sus enfados y rabietas, odios y venganzas; prefería incomodarse y enfurecerse por motivos de los que nadie esperase tales resultados, y desorientar al más experto observador quedándose fría, tranquila, impasible, ante injurias y daños que los demás podrían creer que la iban a sacar de sus casillas.
Palabra del Dia
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