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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Y si él no me busca, le buscaré yo... Yo tengo mi idea, y no hay quien me la quite». Incorporose después, quedándose apoyada en un codo y mirando a los ladrillos. Sus ojos se fijaron en un punto del suelo. Con rápido impulso saltó hacia aquel punto y recogió un objeto. Era un botón... Mirolo tristemente, y después lo arrojó con fuerza lejos de sí, diciendo: «es negro y de tres aujeritos.
¡Desdichada! murmuró él torvamente, volviendo a su abatimiento antiguo . ¡Das con el pie a la felicidad! es decir, a la felicidad no, pero al menos a su sombra, y sombra tan hermosa al fin.... Incorporose de pronto; sacudiéndose y retorciéndose como un león en la agonía. Dame una razón gritó . Si no, me mataré a tu vista.
Con esto la di dos palmaditas en la espalda; logré que las angustias desesperadas de antes se trocaran en copioso y sosegado llanto; incorporóse al fin con cierto brío; intentó, y no se lo consentí, besarme las manos; y después de prometerme que emplearía todos los alientos que la quedaban de los suyos y los que yo la había prestado, en obedecer mis mandatos, se dirigió a la puerta.
Incorporose el anciano estremecido y corrió bamboleándose débilmente hacia la puerta. Estaba abierta. Por ella llegaba el tumulto de una gran ciudad que despierta, y entre este tumulto las pisadas del hijo pródigo que se perdían a lo lejos, para siempre. El coche se deslizaba penosamente por la estrecha carretera, dando frecuentes sacudidas.
Incorporóse de un brinco, sobresaltado, y vió delante de sí, de pie sobre la almohada, un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo crudo y una cartera roja, terciada á la espalda.
Oyó la respiración de su marido, áspera a ratos, a ratos silbante y con diversos flauteados, como si el aire encontrase en aquel pecho obstrucciones gelatinosas y lengüetas metálicas. Incorporose Fortunata, cediendo a un movimiento interior cuyo impulso inicial se determinó cuando estaba dormida. Lo que pensaba entonces era por demás peregrino.
La rabia surgió terrible en su alma, y sin reparar en lo que hacía, incorporose en el lecho, alargando las manos a la percha para coger su ropa... «Ahora mismo, ahora mismo voy, y con esta zapatilla le aporreo la cara hasta chafarle la nariz... trasto, indecente. ¡Decir eso...!, ¡una mentira tan grande! ¿Pero qué hora es? ¡Si están dando las doce!
Mas al tropezar sus dedos con la tersa frente de la criatura quedó súbito paralizado. Sus grandes ojos opacos brillaron con extraño fulgor. Incorporose vivamente y se llevó ambas manos a las sienes como si temiera que por allí fuera a salir algo grave y terrible que convenía tener encerrado. Se alzó de la silla y comenzó a dar agitados paseos por la estancia.
En una alcoba, en que se veían todavía algunos muebles decentes, aunque habían desaparecido los de lujo; en una cama elegante, pero cuyas guarniciones estaban marchitas y manchadas, yacía una joven pálida, demacrada y abatida. Estaba sola. Esta mujer pareció despertar de un largo y profundo sueño. Incorporóse en la cama, recorriendo el cuarto con miradas atónitas.
Palabra del Dia
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