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A los postres tenía las mejillas encendidas; los ojos, aquellos ojos incomparables, brillaban con fuego dulce y malicioso. Crean ustedes que mi mujer estaba guapísima en tales momentos. Tomábamos un coche y nos íbamos de paseo al Retiro. No quisiera marcharme de aquí me decía alguna vez . ¡Qué feliz soy! ¿Más que en el convento? le preguntaba riendo.

Como yo había ido en el carruaje de la señorita de Valency, he vuelto a casa a pie a través del bosque, que es magnífico y en plena vegetación. La tarde era de una serenidad deliciosa y la puesta del sol de una pureza y de una luminosidad incomparables. Prestigios encantadores que se sucedían en mi espíritu como las ideas de un hermoso sueño, sumían mis sentidos en el más dulce bienestar.

Respírase en estas escenas un aire puro y fresco, un céfiro que parece soplar de los incomparables valles del Sil y del Genil; todos los encantos del cielo meridional, y de una naturaleza tan grandiosa como bella, parece que se extienden sobre ellos.

Tiene un espíritu y una sangre fría incomparables. Después de la revolución de 1876, los conservadores, cuyas propiedades habían soportado todo el peso de la dura ley de la guerra, quedaron vencidos, agobiados, más aún, achatados.

Estas dos señoras, siguiendo su costumbre, se entendían perfectamente, celebrando cada una á su turno, como dos pastores de una égloga, los incomparables encantos de la riqueza, en un lenguaje en que la distinción de la forma disputaba á la elevación del pensamiento.

Retiróse en seguida, y los eunucos le condujeron al pabellon occidental, ante cuyo trono desierto volvió á prosternarse con gran respeto, no acertando á espresar su lengua el deleite que en su semblante atónito se pintaba cada vez que fijaba los ojos en aquella riqueza sin igual, en aquellas incomparables obras del arte y de la naturaleza.

Le tomó los papeles, y cuando sus dedos rosados tocaron los suyos, sintió un cosquilleo en el corazón, en la espalda y en las piernas, que, francamente, le hizo pasar un mal rato. Ella, ruborosa, le miraba con sus ojos brillantes e incomparables. Revisó los papeles a la ligera y se convenció de que no le daban luz alguna en la cuestión.

Estas vírgenes incomparables no fueron formadas de barro como las criaturas mortales, sino del mas puro almizcle, y estan exentas de todas las imperfecciones propias de su sexo: su modestia es sin igual, y en palanquines de una sola perla se recatan de las miradas profanas.

La cosa es segura, muchacho. ¡Has clavado una pica en Flandes! Estábamos a fines de octubre, mediaba el otoño, y los campos reverdecidos por las lluvias hacían gala de sus follajes. Las mañanas eran límpidas, frescas, pródigas de luz; los crepúsculos breves, espléndidos, incomparables. Me placía vagar por los alrededores de Villaverde.

»El desairado llora en silencio su desaire, y el victorioso mozalbete goza sin reparo de las incomparables delicias que puede ofrecer aquel tesoro de hermosura.