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Actualizado: 31 de mayo de 2025
La miré sin hallar nada que decirle. Si lo incomodo, me quitaré me dijo. No, no lo haga, se lo suplico. Pues bien, despáchese: ponga también á Mervyn: él será el druida, yo la druidesa. Tuve la suerte de reproducir bastante fielmente, gracias á lo vago del bosquejo, la poética visión con que era favorecido. Ella se acercó con aparente solicitud á examinar mi dibujo. No está mal dijo.
En el jardín frente a la puerta de la sala se sentaron Lorenzo y Melchor, a quienes momentos después se agregó Baldomero, diciendo: Con permiso, don Melchor, si no incomodo. ¡No, Baldomero! ¡Al contrario! Aquí estamos tomando fresco y oyendo el piano.
Se bajan entónces por el rio Machupo como tres leguas, hasta entrar por la derecha en un arroyo, muy incómodo para la navegacion, por estar guarnecido de árboles, entre los que es menester abrirse paso con hacha en mano y luchando contra una corriente rapidísima: pero muy luego las ondas se aquietan, el arroyo se ensancha, sus ribazos se despejan del arbolado, viniendo por último á formar una laguna de medio cuarto de legua de ancho y de una legua de largo.
Mira si la perspectiva de una posición independiente y desahogada compensa para ti las molestias que yo te pueda ocasionar.» Ella aceptó dando muestras de agradecimiento, y desde entonces, que fue hace tres años, he procurado serle lo menos incómodo posible y que viva no sólo con desahogo, sino con lujo, para que su situación sea más llevadera.
Ben-Tovit era un buen hombre, a quien repugnaba la injusticia; pero cuando su mujer se levantó, le dijo mil cosas desatentas, lamentándose de que le hubiera dejado solo y no hubiera hecho ningún caso de sus terribles sufrimientos. La mujer no se incomodó por estos reproches injustos; no ignoraba que era el dolor, y en modo alguno la maldad, lo que hacía hablar así a su marido.
Apenas habiamos empezado á poner en órden nuestro equipaje, cuando llamaron á la puerta. Era la señora. ¡Triste de mí! Siento-mucho, me dijo, que usted se haya incomodado ... Perdone usted, señora: yo no me incomodo por mí: hacen que me incomode. ¿No pensaba usted dar nada al criado? Le he dado más de seis duros, durante nuestra estancia en este hotel.
Vino después el polisón, ese promontorio colocado donde la espalda cambia de nombre, aditamento fantástico, incómodo, grotesco, ocurrencia, en fin, del mismo demonio, pero que también pareció muy natural, muy lógico y muy estético en su época. Y, sin duda, tanto el miriñaque como el polisón tuvieron en su tiempo algo que los hacía atractivos y graciosos, algo seductor, insinuante, cautivador.
¡Lo que le estaba pasando hacía más de tres meses!... Si aquello era para volver loco al más pintado; primero le incomodó, diole después rabia, y al presente, ahora, en aquel momento le espantaba; ¡vamos, que le espantaba, que le ponía los pelos de punta!... Un día, me acuerrdo muy bien, el 9 de diciembre, rrecibí porr el correo una carrta de San Peterrsburrgo...
Un trasto inútil, un mueble incómodo que se empeña en permanecer intacto y todos desean verlo hecho astillas para arrojarlo al montón. No; eso no es verdad, don Eugenio. En aquella casa le quieren a usted todos. Me consta. Y yo también dijo el viejo con gran calor , yo también los quiero con toda mi alma. ¿Tengo otra familia acaso?
Primero, porque nada hay más incómodo ni más enojoso que esos muñecos para una mujer que ama la sociedad... segundo, porque cuando se es bonita desea conservarse el mayor tiempo posible... y los niños, es sabido, son los verdugos de la belleza. No comprendo, Mariana, ¡a mí me parece...!
Palabra del Dia
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