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Miranda, que privado de toda sociedad ya frecuentaba la de su mujer, notó el sello de melancolía impreso en sus facciones, y renacieron en él pensamientos nunca del todo extintos desde el malhadado percance del ferrocarril, jamás había de arrancársele por completo aquella espina, que dolorosamente le punzaba en lo más sensible del amor propio, el cual era a su vez lo más vivo de sus afectos.

Al cabo de un rato se encontró frente á su casa. Quedó un instante inmóvil y se llevó la mano á la frente cual si tratase de ordenar sus ideas diseminadas. Había allí dentro algo que le abrasaba mucho más que el bárbaro golpe de la espalda, cuyo cardenal le quedó impreso largo tiempo.

Con la meditacion y la letura se va llenando de imágines la fantasía de Lusinda, de suerte, que apenas se excitan en su imaginativa otras representaciones, que las que ha impreso la continua letura y meditacion.

Como quiera que ello sea, yo de puedo decir que cuando de un autor nuevo o leo un libro nuevo, en castellano, prescindo para elogiarle de la región en que está escrito o impreso, y le elogio cuanto merece y tal vez proporcionalmente más, según la distancia desde donde el libro viene, causándome por ello impresión más grata y peregrina.

A vuestra merced suplico, por lo que debe a ser caballero, sea servido de hacer una declaración ante el alcalde deste lugar, de que vuestra merced no me ha visto en todos los días de su vida hasta agora, y de que yo no soy el don Quijote impreso en la segunda parte, ni este Sancho Panza mi escudero es aquél que vuestra merced conoció.

Creyó leer en este globo mate, de fúnebre vaguedad, el último pensamiento de la víctima, la maldición que pasó como un relámpago por su cerebro al dejar de existir. Indudablemente, había muerto abominando de las veneraciones de toda su vida. Leíase en la contracción de su rostro: había quedado impreso en aquella mueca que parecía una protesta.

Medina cuenta en el Regimiento de navegación impreso «a la gloria de Dios nuestro Señor y de su benditísima madre y para provecho e utilidad de los navegantes», que como antiguamente no había otra navegación sino de Flandes á Levante, y las agujas en Flandes y en Francia se comenzaron á hacer, y de allí fué el principio de poner flor de lis por cabeza en el Norte, así se pone.

Ya Mariana, en su Liber de spectaculis, impreso en 1609, dice que el número de los cómicos se había aumentado en los últimos veinte años de un modo extraordinario, y que crecía por momentos, de la misma suerte que los teatros, que se levantaban en todas las poblaciones de la Península, y como sucedía también con la afición á las representaciones dramáticas, tan general en toda la nación, que las personas de todos los sexos, edad y clase, sin exceptuar clérigos ni frailes, se precipitaban á porfía en los teatros.

Parecíale poco el papel impreso para propalar la gloria de Gallardo, y en las mañanas de invierno iba a colocarse en una esquina tocada por un rayo de sol, a la entrada de la calle de las Sierpes, por donde pasaban sus amigos.

Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Quijote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Álvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced como no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquél que andaba impreso en una historia intitulada: Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas.